A mi hermana
Todo empezó una tarde lluviosa de invierno. Por los cristales se deslizaban pequeñas gotas, una, otra... \"pock\" \"pock\", era lo único que se escuchaba en aquella habitación.
En el exterior, increíblemente, las gotas habían creado un charco y quién sabe si más allá, lejos del bullicio de la ciudad, el charco fuera un río y el río un mar, y el mar un océano de cosas para descubrir por nosotros que seguíamos mirando como se unían las gotas en un claro descenso al más acá.
A lo lejos, un arco iris. Alguien dijo de carrerilla todos los colores, yo no los veía y quise ir a un lugar cerca donde poder poner en práctica mi sabiduría preescolar.
Por el camino, cuando íbamos caminando marcha atrás hacia el arco iris, escuchamos el estruendo de un trueno \"¡¡ CATAPLÚN !!\", y también quisimos acercarnos a ver la famosa partida de bolos que se retransmitía en un bar próximo al quinto cielo.

¡¡Nos adelanta un ciervo!!
Es que hoy en día nadie respeta a los peatones que esperan en un paso de dos patas a que pasen las cebras.

Tú quisiste escapar. Al fondo, un grito aterrador y yo me sobresalté.
¡¡OH!! Alguien había pisado a una mariquita que cruzaba el barrio variopinto en busca de una bola para no más que pasar un rato con sus amigos. Se hizo el silencio y escuchamos los aplausos que salían por la ventana del sótano de aquel gran teatro. Se representaba una comedia y los espectadores reían trágicamente cómo el tonto se subía a la chepa del listo. Mar de risas y océano de lágrimas.

En una mesa jugaban a los naipes. Yo mus, tú envidas, él pasa, el otro no juega, otro mira y el resto observa una jugada que concluye antes de tirar la primera carta sobre el tapete que el vino dejó de hacerlo verde.
Jamones,risas, X, tes, pes, aes, bes... las letras se juntaron de la que íbamos camino de aquel lugar por encima del puente, cruzando una montaña nevada que en la cima tenía vistas a un campo de golf de emigrantes saharauis.

\"Falta menos, estamos cerca\", pudimos escuchar cuando un olor pestilente nos llegó de aquella cuadra de personas con forma de animal.
Nosotros paseábamos, todos paseábamos, ellos también lo hacían y a todos nos ponían, en el punto kilométrico 222, una venda en los ojos para que no disfrutáramos con la realidad.

Teclado de ordenador, un claxon, piiiii, piiiii, continúa la caravana y nosotros adelantamos a la enorme oruga de cien patas que ayer le nació al sol mientras unos cuantos se esforzaban en buscar la mar.


*Termina esta historia, para tí y para mí, que probablemente comenzó el mismo día que empezó detrás de un cristal mientras unas gotas, que hacían charcos, mares y océanos, nos mostraban lo duro que es estar al otro lado.*



Myriam Mancisidor ©