Tomó su agenda y la dejó caer sobre la mesa, al mismo tiempo que sacaba la pluma y escribía algunos números más. Se sentó delante mío esa mañana, a tres mesas, por la derecha. Llegó con el cabello al viento, el celular en la mano y la cartera a medio caer colgada del brazo.
Parecía que la mañana había empezado agitada para ella, y desde muy temprano. Y es que aquí, es probable que las mujeres dedicadas a las Ventas, como parecía serlo ella, andaban siempre en franco dinamismo y sin detenerse, aunque había un detalle más, ella debía superar también el trajín del anillo aquel y sus responsabilidades. Al menos dos o tres hijos tendría -supongo yo- además de dos o tres horas semanales en el gimnasio, por que de hecho, se veía muy bien y casi no se le notaba aquel supuesto mío.
Cada anotación sobre su agenda, me hacía verla como en sus años de Universidad tomando notas en el aula, riendo con los amigos en el tiempo libre, y llevando todo muy en serio. De hecho era una mujer seria y actuaba con decisión. Su primer pedido de café vino con un gesto que sólo los visitantes frecuentes de sonrisa convincente podrían hacer aquí. Por eso comenzó a parecerme empresaria, más que Vendedora.
Típico, estaba coordinando una cita y exposición para hoy. Probablemente anoche había pensado en llegar aquí a media mañana y probablemente sabría de la llamada que atendería. ¿Un nuevo contrato? ¿Un pedido de cotización inmediato? Quién sabe. Pero no era algo de todos los días aquello por lo que pasaba.
De pronto se quedó pensando y colgó el teléfono celular sin despedirse. Alguien conocido era entonces, por que a juzgar por su estilo, se habría despedido, al menos con aquella sonrisa que utilizó al pedir el café. O era su jefe, y por lo tanto de vuelta sería vendedora, o era un cliente recurrente de mucha confianza y de pronto regresaría a ser una proactiva empresaria. Bueno no lo sé, pero cuando el mozo regresaba de atenderle, aproveché para pedir un café también yo.
- Jimmy, ¿me haces un favor? tráeme un capuchino tibio. ¿Puede ser?
- Por supuesto Ingeniero. ¿No querrá las galletitas de siempre? Tenemos aún varias y por como va la mañana creo que mejor se las traigo ¿Qué dice?
- Traélas Eduardo, dale, sin pensarlo ;).
Y dicho esto me sonó el celular a mi ahora.
- ¿Alo?
- Ingeniero González, ¿cómo está?
- Alberto! Hola! me dijeron que estabas ocupado, te enviamos la orden por fax. ¿La recibiste?
- Si por supuesto, la tengo en la mano y acabo de coordinar hace unos segundos con la nueva Ejecutiva de Ventas que verá su cuenta...
- ¿Ya no está Jimenita con ustedes?
- No, tuvo unos inconvenientes con sus cifras ¿me entiende?
- Oh si, lástima.. pero..
- No se preocupe, me adelanté en sacar una cita para vernos los tres en el centro. ¿Está bien que pueda ser hoy mismo? ¿No? Lo digo por la premura del abastecimiento...
- ¿En el centro dices?
- Sí, en el centro.
- Apuesto a que me vas a citar en el Café Colmenares ¿no?
- ¡Sí allí mismo!
- Pues me tienes aquí ya listo y esperando.
- ¡Qué coincidencia! Jejee, entonces lo adelantamos, llego en 40 minutos. ¿Qué le parece?
- ¿Llego? ¿Y la nueva Ejecutiva de mi cuenta?
- Ella está cerca Ingeniero, preparando los documentos, en este instante le confirmo y quizá hasta lleguemos juntos.
- Excelente, les espero entonces.
Por un segundo pensé lo que era obvio, tenía a mi nueva Ejecutiva sentada en frente mío. Wow -me dije- pero no podía haberle atinado tan sólo con distraer el aburrimiento y observarla dos minutos antes. ¿O sí?
El caso es que ahora andaba con más de veinte papeles sobre la mesa, ordenándolos y reordenándolos y yo, a punto de saborear mi café con galletas y jugando a imaginar, nuevamente.
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