Eran cerca de las nueve de la noche y la ansiedad me consumía. Casi un año esperando este momento, y ahora que lo tenía todo a mi alcance, algunas dudas querían hacerme echar pie atrás a todo mi plan. Pensaba que quizás no era la mejor decisión, que debía tomarme las cosas con más calma como lo haría un adulto, más sabiduría, ponerle paños fríos a todo, y no lanzarme en algo que quizás, no medía bien que consecuencias me traería.
Finalmente respire hondo, me hice con todo el valor que pude juntar y comencé a llevar a cabo todo. Saqué de su bolsa ese cuchillo enorme que tenía guardado no recuerdo desde cuando, me puse un abrigo largo y oscuro y un sombrero de ala larga para no ser reconocido con tanta facilidad. Salí de casa y me dirigí en busca de quien me ayudaría en todo esto.
Al fin en su puerta no alcancé a tocar cuando mi cómplice ya salía, por lo que veía con mas seguridad que yo mismo.

- Pablo, ¿ Qué tal ?
- Hola Miguel, ¿ Todo listo ?
- Si amigo, ¿ Traes lo que te pedí ?
- Si, aquí lo tienes.
- OK, manos a la obra entonces.

Pablo llevaba puesto un traje negro y un gorro de lana que le cubría hasta los ojos. El cuello de la camiseta le subía hasta taparle la boca, por lo que él tampoco seria fácil de reconocer. Normalmente era un tipo muy nervioso, nunca miraba directamente a los ojos puesto que no lograba enfocarlos por más de un segundo en los tuyos y ya los desviaba a otro sitio, sin embargo esa noche estaba tenebrosamente sereno, ningún dejo de intranquilidad en su mirada, así que el ambiente se me hacía aún más tenso y lúgubre de lo que esperaba.
Llegamos al lugar y nos miramos para ver en nuestros rostros si teníamos el valor para seguir con todo aquello. Me hizo un gesto con los ojos y seguimos adelante.
Tal como lo habíamos planeado, yo me fui primero y Pablo se retraso un poco para vigilar si es que aparecía alguien. Empuñé fuertemente el puñal que escondía en el bolsillo del abrigo, respiré una vez más y volteé para asegurarme que mi amigo estaba aún detrás según lo acordado, me paré junto a la puerta y toque el timbre.
Desde el interior se escuchaban voces que se adivinaban alegres, parecía una reunión de amigos o algo así. Los segundos transcurrían y nadie aparecía en la puerta. Nervioso busqué la mirada de mi compañero y con un nuevo gesto me indicó que volviera a intentarlo. Lo hice y continué con mi angustiosa espera.
Finalmente la puerta comenzó a abrirse. Para mi fortuna, y como si hubiese sido parte del plan apareció ella. Estaba más hermosa de lo que podía recordar. Sus ojos me encandilaron, eran de un verde intenso que parecían sacados de las aguas de un mar Caribe en un día de sol. Su cabello caía sobre sus hombros con la gracia y frescura de una cascada, y me hizo recordar esos momentos maravillosos en que pase horas de horas, solo acariciando ese pelo tan suave que no lo sentía con mis dedos.
Ella, me miró algo sorprendida. A pesar de mi extraño atuendo y del tiempo que llevaba sin verme me reconoció enseguida, y sonriendo me saludo preguntando por el motivo de mi visita.
Sabiéndome protegido por mi compañero me dispuse a terminar con lo que había ido realizar. Saqué de un bolsillo el cuchillo y del otro la bolsa que había en él y le dije

¡¡ Dulce o Travesura mi niña !!

M.A.