El tren tiene doce vagones,
uno para cada bestia,
cada una en su corral,
y agua para todo el viaje.
La orilla del camino se llena de a poco con sedimentos humanos,
además de conejos y otras especies arrolladas por las ruedas,
en cada pasar desde la ventana te escondes la cara con tus manos,
para no estallar mas dolencias ni gritos mientras puedas.
En el primer vagón descansa iluminando el camino una vela,
y lo conduce un primate con licencia al día,
sus dientes arruinados y su pelo con melaza de abuela,
comiéndose vivo a un hijo mientras éste gemía.
En el segundo un anciano se depila el entrepiernas con esperanza,
la cera caliente arregla el dominio de su amada,
asesinada en su casa por una drogadicta buscando venganza,
imagina el viejo a su musa esperándolo a su llegada.
El ratón tiene una oreja de cerdo en su barriga,
insertadas además un par de agujas en su espalda,
en su plato de comida hay podrida una ortiga,
y la cola va colgando fuera atascada cual guirnalda.
El cuarto va vació de un suicida,
ya ha caído para afuera,
lo real es que no valía una vida,
y todos querían que muriera.
Brillando entre las paredes de madera negra y húmeda,
manchado el vestido con sangre,
batiendo las alas, chocando, y cayendo a la rueda,
el hada se afirma en su madre.
Los libros están en el sexto y en silencio,
cada uno roto en sus esquinas,
cayéndose sobre ellos un aceite rancio,
vomitado y quemados con bencina.
Once mil hojas de hierba van incendiándose,
el color rojo y verde prende la oscuridad,
en el séptimo de a poco van extinguiéndose,
y cada ser que respira llora pidiendo piedad.
Un FOLIE se golpea la cabeza,
se encuentra en el octavo mundo
su mente creativa te embeleza,
y la belleza se encarna en su rostro inmundo.
La sangre gotea entre las maderas podridas del vagón faenador,
la guillotinas con costras cafés, y los cuchillos secos
el viento que corre por la velocidad del recorredor,
tratando de llevarse el aroma de los desintegrados puercos.
En el décimo vagón Jesús es despojado de sus vestiduras,
es la pureza del alma y de su cuerpo,
verás como el frío adosa en su silueta nuevas ataduras,
y en su cáliz liberará hijos que perdurarán en el tiempo.
Pequeña se encorva y lastima sus manos,
escucha el vagón del lado, ella esta llorando,
Pequeña se encorva y lastima sus manos,
Escucha mi vida, ella nos esta esperando.
Las gotas de sangre entran por las ventanas
es el último y estoy temblando
todo salto y todo amargo,
Venus mírame te estoy llamando.
María Graciela II
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