Mi mente es un velero surcando el mar tempestuoso de las ideas, vuela, repta, se sobrecoge y a menudo naufraga. Es veleidosa, inconstante, capciosa y por sobre todas las cosas, dubitativa. Se pregunta, más que afirma y cuando afirma, no está segura de lo que elucubra. Cotejada con otras mentes, ella es escurridiza, modesta, demasiado frágil. Siempre se está cuestionando a sí misma, se desdobla para elevarse por los cielos esotéricos y allí, de recortes de memoria que zurce con invisibles hilos de ilusiones, va compaginando un vasto choapino de inexactitudes.
Mi mente, se distrae con cualquier asunto y por lo mismo, las situaciones recientes se van descascarando para caer exánimes al suelo, como si fuesen pintura muerta. Entonces mi memoria es un montón de escombros y se desespera por no encontrar los asideros que la retengan en la realidad. Nada es casual, sin embargo, ya que a los pocos minutos o al día siguiente, eso es variable, la pintura aquella se restablece, pero ha pasado a ser algo extemporáneo, un lienzo que flamea sin sentido, aguardando una improbable reivindicación.
Mi mente se considera libre por sobre toda las cosas y pese a su apariencia sumisa, cuando se siente en peligro, proclama su rebeldía, y me ordena transformarme en una inexpresiva estatua. Ella abjura de imposiciones y lobotomías impuestas por alguna facción que huela a autoritarismo. Por lo mismo, en un pasado no muy reciente, prefirió mil veces perecer antes de acatar predicamentos ajenos y obedecer a dioses con pies de barro.
Ella ordena, entonces, a mis manos que se transformen en miembros afanosos, para propalar en voz y tinta todo su descontento, ella sabe que ese cuerpo que la sustenta puede correr riesgo e incluso ser encarcelado, pero, aún así, preferiría extinguirse con él, antes que permitir ser sojuzgada.
Mi mente es un remolino que gira a los cuatro vientos, recibiendo a cada instante los estímulos del universo. Ella no es una gran mente, pero, por sobre todo, a veces es sensata y sabe que tiene que estar siempre alerta, esperando el momento prefijado en que el cuerpo que la ha acogido desde siempre, regrese a la tierra para viajar ella a los recónditos lugares en donde subyacen las mentes huérfanas...
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