Mi única patria
Es un cuerpo de mujer
La mujer amada
Fértil, morena tierra que se siembra de caricias y se regala en besos. Exquisita geografía de volcanes, vertientes, penínsulas y montes. Paisaje rebosante de suaves praderas y valles ondulantes.
Desde el centro mismo del mundo donde se ubica el cenote sagrado de ónfalia, se divisan mirando al norte dos voluptuosos volcanes de idéntica simetría y graciosamente coronados. “desde tus cimas se dominan los mares, los torrentes te recorren frenéticos regando tus superficies de terciopelo con el rocío nacido de la humedad y el deseo” En impaciente espera de su interna actividad, pendientes de un beso, soplo de viento que los haga estallar preludiados de rítmicos sismos provenientes de sus extensas entrañas de fuego y piedra.
Hacia el sur corre una pendiente sutil y empecinada hasta formar un gran valle de fértil armonía y delicados suelos desde cuyo vientre, abrevo la vida.
Doy la vuelta y miro al sur. Al final de una exquisita planicie se levanta, candoroso, un hermoso monte tupido por extravagante vegetación de delicados tallos que se abrazan y entrelazan. Ahí, se rinde culto en secreto rito, a la naturaleza. Es el símbolo de la fértil tierra, en donde yace bajo sus entrañas; ¡Venus! Diosa del amor!
Tras el monte, una cañada donde suelen descender apasionados cauces convertidos en cascada. A uno y otro lado, dos largas penínsulas de escasísima vegetación, como delicados sueños.
Son tantas las veces que he recorrido esta mi patria tentadora, agreste. Sublime y hermosa: Íntima y delicada, Salvaje y virgen.
© Francisco Valencia
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