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Inicio / Cuenteros Locales / alfredo_risso / La casa de los Smith (cuento para Halloween)

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Creer, tener fe ciega, sin pruebas y sin hechos tangibles que corroboren las cosas era algo inconcebible para mí. Pero siempre llega el día, el primer día para comenzar a creer.

Era yo un joven profesional de arquitectura, amante del arte, la música y la buena literatura. Con mis ahorros compré una maravillosa casa en Playa Ancha. Su arquitectura alemana me hechizó y vi en ella, a pesar de estar en pésimas condiciones, un futuro y esplendoroso palacete.
Una escalinata me llevaba hasta el ante jardín, en donde flores marchitas decoraban friamente el paisaje. Frente a la casa, un árbol seco y mustio daba sombra a todo el espacio, era extraño, en plena primavera era el único árbol ajado de la cuadra. Las paredes desteñidas de madera estaban cubiertas por helechos y enredaderas secas que le daban un aspecto más tétrico al paraje. Las latas oxidadas del techo coronaban la casona cual sombrero de mendigo. Yo vi en ella un diamante en bruto y no oí las quejas de mi esposa diciendo que me compraba una porquería. Yo veía en ella una joya.
El valor de la casa estaba por los suelos. El corredor me comentó que había estado por muchos años deshabitada y que nadie la había querido comprar por las historias que contaban acerca de ella. Decían que los dueños de esa propiedad, los Smith, habían muerto misteriosamente en esa casa y que los vecinos escuchaban ruidos extraños en su interior. A mi no importó las leyendas mundanas que envolvían a ese hogar. Si hubiese tenido una segunda oportunidad, que feliz sería hoy
Como es de esperarse, comencé a limpiar y a arreglar la casa, un loft espectacular se me materializaba cada vez que la veía o soñaba con ella. Cierta tarde, cuando estaba derrumbando una pared en la que antiguamente era la pieza de los Smith, encontré una caja amarillenta de madera, muy parecida a esos ajedreces desplegables. Un candado antiguo mantenía sellado dicho objeto. La boté y seguí con la reparación de la casa. Un mes más tarde, cuando la casa estaba lista, me mudé a ella.

— ¿Que te parece? — le pregunté a Alejandra, mi esposa
Ella quedó mirando el lugar sin emitir palabra
— ¿Te gustó? — insistí preocupado
— Es maravillosa — me dijo -— Jamás pensé que pudieras convertir esta pocilga en un palacio digno de reyes.
— ¿Acaso no sabes que eres esposa del mejor arquitecto del país? — presumí
— Sí, gordo. Lo sé — me respondió con un beso
Una vez instalados y ordenado nuestras pertenencias, nos sentamos frente a la chimenea a planificar nuestro futuro ¡Futuro! Si supiera lo que me deparaba la postrimería.
— ¿Qué es eso? — preguntó Alejandra apuntando hacia la chimenea
— No lo sé — respondí — Creí haberlo botado
La caja que encontré estaba sobre la chimenea, había jurado en esos momentos que la había botado con todos los demás objetos del lugar
— Ábrela — me dijo Alejandra entusiasmada
Maldita propuesta, jamás debí haberle hecho caso. Con dificultad logré rasgar el candado y al abrir esa añeja caja un fuerte ruido sonó en el techo. Alejandra y yo nos miramos extrañados. Observé que dentro estaban grabadas todas las letras del abecedario y los números del 0 al 9, además de las palabras Sí y No.
— ¡Es una tabla ouija! — exclamó mi esposa
— ¿Qué es qué? — pregunté extrañado
— Es una tablita para llamar a los espíritus y hablar con ellos -— me contestó tomándola entre sus manos
— Alejandra por Dios — le dije — ¿Me vas a decir que crees en esas cosas?
— No. Pero lo he visto en las películas
— ¿Y como funciona?
Hay veces que hay que aprender a callar. Esa, fue una de esas ocasiones
— Por lo que he visto — me dijo — Se pone ese triángulo con el agujero sobre la tabla y se llama a alguien, luego se le hacen preguntas y el espíritu contesta.

Tomé el triángulo en mis manos y una fuerza extraña me em-pujaba para que lo pusiera sobre la tabla — Debe ser lo cansado que estoy — pensé. Mas la fuerza que me empujaba logró su objetivo y el triángulo cayó justo en el centro de la tabla. Alejandra y yo nos miramos.

— ¿Llamemos a alguien? — me dijo traviesamente
— Sabes — le dije — Esto no me gusta mucho
— Cobarde — me dijo
— ¿A sí? — Le contesté al tocar mi amor propio — Llamemos a alguien entonces
— ¿Que te parece si llamamos a Elvis? — me dijo
— ¡Ya! — dije entrando en el juego de mi esposa sin saber a la situación que me estaba encaminando
— Elvis... Elvis... — decía Alejandra — ¿Estás ahí?
— Pregunta en inglés — le dije riendo — Elvis sólo habló en castellano para cantar Viva Las Vegas
— Huevón pesado — me dijo pegándome en el brazo
Estábamos en eso cuándo un gélido céfiro nos rozó a ambos, nos miramos y vimos como la tabla daba una leve estremecimiento. Si bien no creía en esas cosas, un pavor vino a alojarse en mi ser.
— ¿Elvis? ¿Eres tú? - preguntó temerosa Alejandra
El triángulo se movió lentamente hacia la palabra No. Yo no podía creer lo que mis ojos estaban viendo, ninguna fuerza podía haber movido aquella masa, las ventanas estaban cerradas.
— ¿Quién eres? — pregunté temeroso

El triángulo de madera no se movió. Un alivio grande sentí al creer que lo anterior se debió a cualquier otra cosa menos a un fenómeno paranormal. De pronto, el cartabón comenzó a moverse sobre las letras escribiendo en su pasar por ellas: HANS SMITH.
Un leve terror se apoderó de mí y por el brillo de los ojos de mi esposa creo que a ella también

— ¿El ex dueño de esta casa? — pregunté

El triángulo nuevamente se movió y formo la frase EL DUEÑO DE ESTA CASA.
Mi miedo aumentó con ello

— Ahora nosotros somos los dueños — habló mi esposa — Nosotros compramos esta propiedad

El triángulo se movió hacia la palabra No

— ¿No qué? — pregunté mirando a mi esposa

El objeto se movió bruscamente hasta formar la frase SOY Y SERE EL DUEÑO DE ESTA CASA
Ambos nos tomamos de la mano, asustados

— Usted ya no está en este mundo, este será nuestro hogar de ahora en adelante — explicó mi esposa.

Un silencio de un minuto cronológico pero de cinco horas para nosotros pasaron hasta que el triángulo se movió por fin: LO VEREMOS
Al terminar de decir estas palabras un fuerte ruido hizo retumbar el techo de la casa. Algo golpeaba con fuerza las paredes y las ventanas comenzaron a sacudirse con furia. El terror de ambos ya comenzaba convertirse en desesperación
— Por Dios señor Smith — dijo sollozando mi esposa — Márchese y déjenos tranquilos
Los ruidos y los movimientos de las ventanas cesaron. Un sigilo más espantoso que los ruidos se apoderó del ambiente. El triángulo lentamente voló por las letras dejándonos una misiva que nos coaguló el alma: DIOS NO EXISTE.
Al terminar de decir esto se materializó ante nosotros una figura, un hombre de unos sesenta años. Sus canas brillaban en un aura tremebunda de color rojizo y negro. Sus ojos emitían odio e infundían terror. Sus ropas, estaban roídas y sucias, como si hubiera estado escarbando en la tierra. Alejandra se aferró a mi y pude sentir que su corazón latía con una fuerza descontrolada. Esta aparición se elevó como treinta centímetros del suelo y escribió en la pared con sus garfas FUERA, causando un chillido que partía los dientes. Yo estaba paralizado por el horror, el nudo de mi garganta impedía mi normal respiración. Alejandra estaba petrificada a mi lado, sin soltarme del brazo, muda. El espíritu del señor Smith comenzó a sangrar por los ojos y llagas se apoderaban de todo su cuerpo. De pronto el triángulo comenzó a moverse desesperadamente, pudimos fijarnos que repetía una y otra vez: HUYAN, HUYAN. El mensaje era obvio, pero el horror nos mantenía petrificados en nuestros puestos. De pronto, los ruidos y los movimientos de las cosas comenzaron nuevamente y una sombra negra se apodera de la imagen del señor Smith y la devora. Parecía que sufría mucho por ello. La sombra se transformó en una especie de rostro y desapareció en el acto. Los movimientos y ruidos finalizaron por un instante junto con la aparición de otra visión. Esta vez era de una anciana, su aura era más clara, como celeste, se acercó a donde estábamos y el triángulo comenzó a moverse, al parecer, a su voluntad. HUYAN, DEMONTRE SE APODERO DE MI ESPOSO Y DE ESTA CASA. HUYAN Y SALVEN SUS ALMAS. EL NO DEJARA QUE LE QUI...
No pudo terminar la frase y se escucha como trueno una voz que dijo: ¡Ramera! E hizo temblar la casa hasta sus cimientos. Acto seguido, la sombra reaparece y se devora a la anciana, esta vez nos mira y una ráfaga de enérgico viento sale de su interior y nos lanza contra la pared. La tabla ouija cae sobre el abrasador fuego de la chimenea y el triángulo encendido por las llamas rebota y enciende la alfombra. Nos incorporamos y corrimos desesperados del lugar, sólo corríamos. En un instante miro hacia atrás y veo como las llamas consumían por completo la casa de los Smith bajo una espeluznante nube negra.

Texto agregado el 31-10-2006, y leído por 297 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
02-11-2006 Debo decir que tiene el mérito de no permitir que el lector deje de leer. Quizás haya que pulir un poquito las expresiones, oeliminar alguna frase superflua, pero por lo general creo que es un buen trabajo. Saludos. OrlandoTeran
01-11-2006 Asombroso relato!!...imprecionante claro y entendible y muy bueno ***** gfdsa
31-10-2006 Espectacular!...como de pelicula, super entretenido. te dejo 5*... Debbie
 
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