Es que tantos gatos en una sola noche
sólo pueden aparecer tras las paredes
de una ruindád inmisericorde
y delante de los cielos azulozos y oscuros,
en las trastiendas del día a día desesperante.

Porque en las calles, esos elementos lineales
que son ríos en donde aparecen los pescados
mecánicos y las horas de minutos y segundos perdidos y prendidos,
son apenas un espacio en el que los felinos
grices y negros
se revuelcan con su destino callejero
y su cansancio inmenso por mujeres drogadas
bailarinas,
escribas y solitarias.
Más que su mismo encuentro,
menos que su propia causa.

!Ah¡ quien quiera que sepa decirle en mayados
extensos a todos los gatos que son la causa
inservible de toda esta era
y que se parecen a la compañía de la locura
y la embriaguez,
es la persona precisa para mantener
conmigo una caecanía profunda
de malo habitos
y de vicios nocturnos.

Quien quiera que sepa hablar con aquellos
anaimales enigmáticos que me diga y me muestre su rostro,
que me hable cuando en los arrullos del mar rojo
se siente mi prontitud y mi cercanía.

Estaré esperando a los gatos y a sus hablantes
en las noches instantáneas
en que partieron todos
los alienados
al cielo-profundo
de su pérdida completa.
Estaré sentado bajo la Luna
y con la mirada en lo infinito
e incapaz
del Universo violeta-naranja.