la imagen compuesta en el lienzo estaba definida de esta manera: planos subyacentes recorriendo un todo poderoso mediante el negro tan práctico que se me hizo desagarrador. de hecho, todo era un negro profundo, de figuras contraídas, apretadas en sí mismas. la volumetría encajando en otra de proporciones mayores parecía un parto doloroso pero de luces infinitas. la tensión dejaba en evidencia el descalabro de cualquier situación que pudiese ocurrir en el lugar. nada tenía lógica evidente, ni siquiera el elemento lineal que buscaba conciliar un cuerpo con otro, aterrizando su vientre de óleo, luego de acero sobre una superficie trabajada con anterioridad.
entre tanto plano superpuesto en superficie se asomaba una curva majestuosa. jugueteaba entremedio del azulado poco diluído, de la aspereza del siena y la precariedad del bermellón. se internaba y envolvía sutil, insinuando trabajo de piso a través de la proyección de una arista incrustada en el hilo componente de las figuras movedizas.

la síntesis inmediata de aquel artefacto visual era la estela que parecía haber dejado el desarme del color, la agonía morfológica que sucedía al repetir reiteradas veces la espera pincelada. viaje intempestivo, búsqueda infructuosa.
la tela decía aquí no hay nada, pero míreme bien, de todas formas encontrará usted algún detalle que le pueda ser útil en la construcción de ocho mil configuraciones diferentes que podrá armar y destruír en tan sólo veintidós segundos.