Se dispuso a escribir el relato. La luz oblicua de la tarde penetraba por el ángulo exacto de la ventana. El silencio era el adecuado. Apiló el número justo de folios. Repasó los lápices con el sacapuntas; el ordenador le resultaba excesivamente tecnológico para plasmar emociones. Y reguló la altura del sillón.
Había madurado el tema, en los últimos días, entre Avenida de América y Esperanza. Estaba seguro que la trama era suficientemente compleja y sutil. Los personajes dotados de los atributos necesarios. El desenlace le había demandado casi tanto trabajo como la frase inicial.
Era el momento preciso.
Pero alguien dio voces en el corredor.
Texto agregado el 30-01-2004, y leído por 267
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