El Triste Desconocido
La nave espacial se detuvo frente al cinturón de asteroides y esperó órdenes. Dentro de ella viajaban los Kyt, una familia común y corriente, sin mayores ingresos ni logros, quienes habían decidido tomar unas vacaciones ese año. Dos días antes, el papá Kyt le había dicho a su familia:
-Mamá, niños –habló feliz pero a la vez con tono autoritario-, este año he planeado que viajemos a un lugar inexplorado. Será una emocionante aventura descubrir sitios deshabitados.
Los niños se decepcionaron terriblemente. Habían estado esperando que su padre los llevara hasta el carnaval que se realizaba en el sistema solar contiguo. La esposa no dijo nada pero estaba igual de decepcionada. De todas formas, el dinero no les alcanzaba para costear la feria.
Llevaban dos días viajando cuando se toparon con la pared de asteroides que ahora miraban con incertidumbre. El papá Kyt democratizó el viaje en aquel momento.
-¿Hacia dónde creen que debiésemos virar? –dijo él-. ¿Izquierda o derecha?
-Derecha –dijo su hija.
-Izquierda –dijo su hijo.
-Derecha –dijo su esposa.
-Derecha será entonces –concluyó el hombre, apaciguando el malestar de su hijo con un delicioso helado. Luego, tuvo que darle uno a su hija de todas formas.
A no mucho andar, la familia volvió a verse rodeada de asteroides o rocas similares a éstos. Parecían escombros más que otra cosa, desperdigados azarosamente a través del espacio. Una débil estrella roja brillaba opaca frente a ellos, testigo incólume de hechos remotos y olvidados.
-Aquí no hay nada –chilló la hija.
-Este viaje es una porquería –bufó el hijo.
-Niños –bramó la esposa-, no le hablen así a su padre. Tengan respeto de su elección.
-Tal vez los niños tienen razón –interrumpió melancólico el hombre-. No hemos hallado nada interesante en dos días. Lo lamento, niños. Volveremos.
-Espera –alegó la hija.
-No te preocupes, no necesitas subir mi ánimo.
-No es eso –dijo el hijo-. Mira allá adelante. ¿Qué es eso?
Los cuatro tripulantes miraron en la dirección señalada y vieron algo que flotaba frente al parabrisas de la nave con un andar lento y triste, surcando los espacios vacíos entre asteroides, como perdido. Era algo que la familia jamás había visto ni oído hablar de él.
-Computadora –dijo el papá-, ¿qué es eso que flota frente a nosotros?
Le tomó un segundo a la computadora que controlaba la nave para activarse y escanear el objeto requerido.
-Objeto desconocido –dijo el ordenador.
La familia se miró entre sí, sin entender. ¿Iba el viaje a valer la pena después de todo?
-¿Es un ente biológico? –preguntó el hijo, interesado.
-Afirmativo.
-Vaya –chilló la hija-, hemos descubierto una nueva especie no-humana.
-Computadora –ordenó el papá-, quiero toda la información que puedas extraer de aquel ser.
-Procesando.
La familia se vio obligada a esperar unos minutos hasta que el escáner terminara. El descubrimiento de un ser desconocido los había llenado de júbilo e, inesperadamente rápido, de sueños. Ya se imaginaban presentándole al resto de la humanidad un ser único e ignoto que sólo ellos habían tenido la pericia de hallar. Serían famosos, serían ricos.
-Análisis terminado.
-Comienza –dio la orden el papá.
-Química del objeto basada en el carbono y sus cuatro enlaces hibridados.
-Es igual a nosotros –chilló el hijo.
-Silencio –mandó a callar su hermana.
-Biología del objeto –continuó la computadora- basada en células eucariontes similares a las humanas, con núcleo, membrana y citoplasma pero con una extraña capa envolvente alrededor de ellas, rígida y maleable a la vez.
-¿Material? –preguntó papá.
-Cadena múltiple de azúcar, similar al glucógeno pero de organización estructural diferente. Desconocida.
-¿Algo más? –preguntó la esposa.
-El análisis indica que el ser biológico no es de origen animal.
-¿Que no es animal? –bramó el papá-. ¿Cómo es posible? ¿Qué otra cosa existe?
-Datos insuficientes para generar respuesta.
-Increíble –se asombró el hijo-. ¿Hay algo más extraño sobre ese ser?
-Afirmativo. Análisis preliminar indica que las células del organismo son incapaces de generar dióxido de carbono. Por el contrario, utilizan éste para generar oxígeno.
-¡Crea oxígeno! –gritó el papá-. Imposible.
-¿No estará fallando la computadora, cariño? –preguntó la esposa.
-No lo sé. Tal vez. Hagamos una prueba. Computadora –llamó el hombre-, si ese ser no es animal, ¿cómo se alimenta?
-Análisis preliminar de sus células indica que el organismo produce moléculas energéticas a partir de la radiación solar.
-Cielos –chilló el hijo-. Es un ser increíble. Es casi mágico.
-¿Cómo puede un organismo tan maravilloso estar flotando a la deriva por aquí? –preguntó la hija.
-Tal vez es capaz de vivir en el vacío –aventuró el niño.
- Quizás puede viajar sin nave –dijo la niña.
-Tal vez puede leer nuestras mentes –exageró el hijo.
El hombre no hablaba, sólo miraba al extraño y triste desconocido que flotaba impertérrito frente a él, con sus insondables secretos. No era tan distinto de un humano, pensó el hombre: tenía un cuerpo rígido y recto de color castaño y una cabellera verde y abundante. Sus pies eran extraños, con muchas hebras de distintos espesores.
-¿Qué piensas, cariño? –preguntó la esposa.
-Estoy preocupado –dijo él-. Me temo que la nave está fallando.
-Oh –se alarmó su esposa.
-Será mejor que regresemos lo antes posible –dijo él-. Corremos peligro navegando así por el espacio.
-Pero papá –dijo su hijo-, ¿y el ser extraño?
-¿Y todos sus maravillosos poderes? –dijo la hija.
-Olviden eso –respondió el hombre-.No es más que un asteroide de forma chistosa. Debe tener cobre en su extremo y eso es todo. La computadora se ha confundido.
La nave giró sobre su eje y los motores volvieron a encenderse para emprender la retirada. La esposa tuvo dudas antes de que se marcharan.
-¿Y si te equivocas, querido? –dijo ella.
-Mira este lugar –argumentó él-. Es un basurero cósmico. Seguramente aquí ha habido pura chatarra toda la vida. Nunca saldría algo tan excelso de este lugar.
Y así, las vacaciones de los Kyt terminaron y el desconocido se perdió en el olvido.
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