Iban por un alma. Curiosamente ambos reinos se encontraban reestructurando su imagen y todos se hallaban ocupados en las labores asignadas. Todos excepto los jefes, que decidieron encargarse por primera vez en toda su existencia de aquella labor. Al llegar al bar, se vieron la cara muchisimos siglos después de estar alejados por una distancia infinitesimal. Tanto Dios como Satanás quedaron aturdidos por completo y para relajarse un poco decidieron sentarse en una mesa y platicar. Al fin y al cabo sobraban cosas para discutir. El camino recorrido era largo, y el no poco tiempo que permanecieron inactivos les cansó, por eso de común acuerdo se acompañaron de algunas cervezas. Por alguna razón, ninguno había probado aquel liquido lleno de historias y leyendas, y esta ocasión ameritaba una primera vez.

Al principio, la tensión dominaba la atmósfera, pero de a poco fueron entrando en calor y cada uno a su modo presumían de sus ganancias. Escritores, pintores, escultores, filósofos y muchos otros hacían fila en sus bocas. Aparecieron viejas rencillas y las reprimendas se hicieron presentes. Los efectos del alcohol fueron acercando de a poco a estos polos supuestamente irreconciliables y ya algo tomados se pidieron disculpas mutuamente por la inclemente guerra que sostenían por eternidades. Sollozando y abrazándose y cantando, juraban y prometían que todo seria diferente. Terminaron sus botellas y salieron dispuestos a unir sus reinos y lograr la armonía; Pudieron empatar sus divergencias poniendo de acuerdo a sus súbditos. A partir de entonces, la perfección se adueño del universo entero y un nuevo orden se avecinó.