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John Nest se encontraba en el oprimente tiempo y espacio del otoño en Iowa, mientras la pertinaz lluvia helada le confirmaba su triste existencia. No estaba a gusto y bien con nadie ni con nada. El trabajo detestable y mal pagado. La mujer soberbia y exigente. Los hijos rencorosos con su precario nivel de vida, y la amante, esa “striper” entrada en años y celulítis quien estando sobrio le causaba repugnancia y cuando no, amargura, como esa tarde en que como tantas otras Karen se esmeraba en darle asilo y cobijo a cambio de que él jugara el papel de aburrido esposo.

Odiaba el lamento del motor de los automóviles, con sus frágiles conductores asustados y angustiados por llegar lo más pronto posible a su prisión. Los rostros cansados de los empleados y obreros que casi tan mal vestidos y malolientes como él, se apretujaban en el colectivo defendiendo como animales su intimidad expresada en la defensa del espacio mínimo vital.

Tumbado en el desvencijado sillón y frente al televisor se dejaba llevar por sus pensamientos, apenas interrumpidos por las risotadas y comentarios estúpidos de la vaca que vivía en carne propia las aventuras y romances de la heroína de la talk soup de las siete.

Si su padre hubiera sido urólogo, entonces le habría legado la clientela... si hubiera estudiado en lugar de pasar el tiempo lanzando la pelota... si en lugar de su mujer pretensiosa hubiera casado con Oyuki, la hija del insignificante chino del restaurante, pero forrado en dólares. Haber sido lameculos del jefe, como los hijosputa compañeros que ligaban ascenso con ascenso. Y si no hubiera militado en el partido demócrata, y todo por culpa de las tetas de Susan, que con ellas bien erguidas se marchó a LA y ahí se perdió.

El sonido del timbre de la puerta abortó su divagación. El lugar común hizo su aparición : Quién podría ser a esas horas y con ese tiempo inclemente ? Se miraron ambos con una mirada que delataba años compartidos de miedo y asombro. Esperaron inmóviles, con la esperanza de que el llamado no se repitiera -cada uno forjaba sus ideas desalentadoras del demandante de atención : un vagabundo, algún chiquillo travieso. Pero no, el timbre volvió a repiquetear, esta vez con grosera tenacidad-.

Él corrió hacia la recámara con la conciencia puesta en algún imaginario ex amante de Karen. Ella ajustó el cinturón de la bata y se la plegó para no exponer su desnudez y con precaución entreabrió la puerta. Se topó con una joven esbelta ataviada con una gabardina negra que contrastaba con la blanca tez, y como tarjeta de presentación un par de ojos verde esmeralda : una grácil y exótica pantera.
-¡Dónde está mi esposo, yo sé que pasa las noches con usted !

Ante el embate de la pantera, la striper se replegó, intentó en vano componer el fleco que se erizaba encima de su frente, un ademán inconsciente para estirar el arrugado rostro.

-Pero de que habla, qué le pasa, aquí no hay nadie, sólo yo-.

La débil vehemencia de sus palabras no impidieron que la distinguida mujer penetrara a la sala y se posara frente al televisor.

-Yo se que está aquí, solo le vengo a avisar que la policía viene en camino, se descubrieron sus corruptelas y todo por su culpa. Mi marido está a un paso de la cárcel, de dejar a mis hijos en la calle, y todo por usted, estúpida vieja, sus putas exigencias de mujerzuela. Pero antes de que eso suceda, le vengo a exigir que me entegue el monto de la fianza. Para usted no es nada, las joyas que le ha robado a sus amantes cubren la suma, y no me diga que no tiene, que es conocido por todo el vecindario sus joyas y su origen. Además buena parte de ellas se las ha regalado mi marido, porque en casa no deja nada. Mis hijos son la vergüenza de la escuela, y yo las paso negras para pagar las tarjetas de crédito !

La nudista, con su larga vida y experiencia no daba crédito a lo que escuchaba,
estaba a punto de ir a la alacena, abrir la caja de chocolates hersheys y entregar el collar de perlas, la pulsera de zafiro y un par de pendientes salpicado de rubíes.

My God, gritó Nest, y Karen se sobresaltó entre molesta y comprensiva.

-Calma John, es sólo un sueño, te has quedado de nuevo dormido-
El veterano policía de incorporó de su somnílocuo para ver en la pantalla del televisor a dos mujeres que se trenzaban a golpes mostrando las pantaletas. ¡Era la maldita comedia¡
-Coño Karen, estoy hecho mierda, harto de consignar putitas y traficantes de 15 años. ¡De mi estúpida vida, de tí y de mi, de mis hijos, de la bostoniana arrogancia de mi mujer, de la puta humanidad ! ¡Me marcho, a la mierda todo !
El motor del Buick rugió, las Godyear patinaron sobre el asfalto mojado y horas después irrumpieron calientes y estragadas en Ontario, dejando al desvariado conductor en el Motel del vaquero sonriente
El policía irlandés durmió horas sin tiempo y cuando despertó se topó con la mirada felina de su mujer y la silueta de Karen. Apuró el whisky omnipresente y pidió el octavo, décimo ? de la serie.

Sintió los labios húmedos de la humanidad resbalando sobre su cuello, las luces del cielo jugando sobre sus cansados ojos. Miró la silueta de la regordeta striper que le lanzaba besos.
John Nest se encontraba en el oprimente tiempo y espacio de Ontario, mientras la pertinaz lluvia helada fuera del bar le confirmaba su triste existencia.

Texto agregado el 30-10-2006, y leído por 398 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
01-12-2006 Excelente relato, trabajas muy bien la atmósfera decadente, con un manejo del lenguaje tan apropiado que lo hace real. ***** jeronima
02-11-2006 Buen, muy bueno, crudo realista, y un lenguaje que juega con la antención del lector... eneas
02-11-2006 muy bueno***** lagunita
01-11-2006 muy buena estructura! el_hada_perdida
31-10-2006 laborioso y genial. mis votos CAIRN
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