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Hongo coral, así le llaman en algunos lugares del mundo (ramaria fláccida, su nombre científico) porque se parece al coral de los arrecifes. Este hongo también lo encontramos en Chile por un periodo corto de tiempo, en los lluviosos y húmedos bosques nativos del centro-sur. Aparece en otoño, con las primeras lluvias de abril y mayo, para ya en los últimos días de junio desaparecer, o bien los que crecen en esa época no están aptos para el consumo humano por el exceso de agua que contienen, o están en avanzado estado de descomposición. Estos exquisitos y sabrosos hongos, tienen gran aceptación en los lugareños, con ellos cocinan variados y exquisitos platos criollos.
Recolectores de todas las edades los “cosechan” y con ello abastecen la demanda que se produce en esa época del año.


Después de una ardua caminata por los cerros, transitando por subidas, bajadas, quebradas y cañadas, por sendas que serpentean entre árboles de distintas tonalidades de verde y otros de hojas ya marchitas con tonos rojizos y amarillentos próximos a desvestir su follaje anual; en los claros del bosque crecen arbustos de distintos tamaños y diferente coloración de sus hojas. Despues de un largo recorrido llegan los recolectores al lugar llamado “El Fiscal”, como suelen señalar la zona donde abundan estos vegetales, este es un territorio de enorme cantidad de vegetación nativa y por ende gran productora de setas y hongos de distintos colores y tamaños.

-¡Ahí tengo uno y debajo de ese avellano otro- gritaba Arístides!.
-¡Tengo dos bajo esos hualles! - decía Jaime.
Sergio gritó: - ¡Tengo una “percha amarilla” grande en esa subida!-.

- Omar miró a su derecha, a la orilla de una gran maraña de murtilla y no dijo nada, descubrió una gran “percha” de changles morados, esta variedad es la más difícil de ver y encontrar, sé mimetiza perfectamente en la mullida alfombra de hojas secas y descompuestas del húmedo bosque en esa época.
Las hojas que los árboles que hace poco se han desprendido, en el proceso natural de la vegetación que usa “vestuario” caduco, al decomponerse ayudan en el crecimiento de una variedad enorme de hongos, algunos comestibles como el “rebollón”, “changles”, “loyos” etc; también crecen otros venenosos, son los primeros que los recolectores desde muy pequeños aprenden a distinguir
Los colores de los changles varían del amarillo claro y cubriendo todos los matices hasta llegar a un color más oscuro tirando a anaranjado, también se encuentran changles morados en una gran variedad de tonos.

Los niños recolectores, van todos los fines de semana a los cerros cubiertos de follaje verde y enmarañada selva, donde crecen matorrales de murtilla, arrayanes, salvia y enredaderas de la hermosa flor emblema nacional, el copihue, este se encuentra en gran cantidad con sus “chispas de fuego” prendidas entre los árboles y arbustos, también se encuentran las quilas y coligues con sus cortantes hojas.

La temporada de recolección es corta, y por lo tanto hay que aprovechar al máximo los días que no van en la escuela y así aprovechar de conseguir algunos pesos con la venta de este apreciado hongo.

Hoy llevan un invitado, Ricardo, muchacho que jamás se ha aventurado con ellos en la recolección, eso sí ya esta advertido, debe respetar a quien aviste primero un hongo y no quitarlo o arrebatarlo por la fuerza.

Los muchachos se aprestan a recoger los hongos antes descritos y depositarlos en sus canastas; cuando aparece Ricardo como una tromba, sin respetar a sus “legítimos dueños”, recoge de aquí y de allá destruyendo, pisoteando, empujando y quitando de las manos a los jóvenes, lo que ellos ya habían declarado descubiertos según su “particular ley”.

Todos después de este arrollador momento le reprochan su proceder, fue invitado por primera vez y no respeto la “ley de changles”; esta es: “Quien avisa al grupo que descubrió o vio primero una “percha”, sólo a él le pertenece y tiene el derecho a recogerla sin ser molestado, puede, si lo desea, pedir a otro que la recolecte por él”.

El sábado siguiente, de nuevo los jóvenes recolectores escalan los cerros chiguayantinos para dirigirse a los bosques de ulmos, avellanos, hualles y laureles, lingues, coigües, robles etc...

Por supuesto, Ricardo... no fue invitado.

Texto agregado el 30-10-2006, y leído por 159 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
13-06-2008 que rico es perderse entre los bosques nativos, disfrutar de la húmedad que exhalan los rincones escondidos entre verdores y frescores...mmmmm un ensueño. mapata
08-11-2006 un bello texto felictaciones5* neison
03-11-2006 Muy belllas descripciones, es un placer leer tus recuerdos de infancia. krasna
 
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