“Pasado y presente”
- Hola. – Saludo el extraño anciano a Luciano Hernández mientras se sentaba en el asiento contiguo del colectivo línea 96. – Es una suerte encontrar un colectivo con un lugar libre a esta hora. ¡Incluso para un viejo como yo! – Siguió el viejo, intentando captar la atención del joven.
Su aspecto no era muy bueno. Barba de tres días canosa, ojeras y ausencia de pelo en toda la cabeza excepto en la nuca, donde bailaban unos cuantos sueltos. Vestía un traje gastado, con una corbata rojo apagado, y en su mano temblaba un portafolio. Pese a la imagen cansada que despedía, tenía ánimos para ir charlando los quince minutos que separan Ramos Mejía de Liniers.
- Hace ya cuarenta años que hago este recorrido, vi nacer, crecer y morir miles de calles y negocios desde ventanillas muy parecidas a estas. Es increíble, la ruta es la misma, el colectivo no lo cambia, pero el camino cambia a los pasajeros. Yo de pibe soñaba acá, con lo que quería ser, planeaba como conquistar a una mujer, era feliz con la sola expectativa.
- ¿Con qué soñaba? – Preguntó Luciano, intentando ser amable con el anciano. Supuso que necesitaba algo de compañía. Y a él no le venía nada mal.
- Quería ser jugador de fútbol. Me apasionaba Velez, incluso jugué, hice inferiores y todo, pero me quede. Acá soñaba todos los días que debutaba en primera, cantaba los goles que iba a hacer, ¡hasta me imaginaba las entrevistas con los periodistas! Estaba muy ilusionado con eso, pero...
- ¿Qué paso? – Inquirió una vez mas Luciano, impulsado por una increíble coincidencia de la vida del viejo con la suya.
- Bueno, los boliches y la vida nocturna eran mucho mas divertidas. Rendía menos y otros aprovecharon la oportunidad y me desplazaron. Es la teoría de que sobrevive el mas fuerte. Estuve un año mal, sin hacer nada, la universidad parecía inalcanzable. Tuve que elegir entre laburar o estudiar, y termine haciendo los dos.
- ¿Qué estudio?
- Abogacía. Supuse que saber algo de leyes me daría armas de defensa en el mundo, pero me encontré con que el mundo tenía mas abogados que querellas para resolver. Con 25 años me encontraba buscando trabajo de cualquier cosa, igual que ahora. Viví de mesero, taxista, zapatero, vendedor, de todo. Pero dentro de todo fui feliz, pobre, pero bueno, no se puede todo en la vida.
- ¿Cómo era feliz? – Preguntaba, asombrado por la sencillez del hombre.
- Pequeñas cosas. Me enamoré de una magnifica mujer, tuve dos hijos que hoy me acompañan, comprendí el valor de aquellos sueños juveniles y la variación de la palabra éxito. No hice lo que quise, sino lo que pude, y tuve éxito en cosas que no quería hacer. No sé si eso es bueno. Poco a poco mi vida empezaba. Si hoy tuviera la oportunidad de viajar en el tiempo y cambiar las cosas, no se, no creo que lo haría... bueno, nunca se presento la oportunidad, supongo que eso le pasa a los que tienen mucha suerte. – Detuvo su relato y se paro.- Acá me bajo yo, pibe. Algún día pasa por el local de ropa 48, de la galería Liniers. Pregunta por Luciano Hernández, y te invito con unos mates.
Como si nada, se bajo del colectivo, dejándole a su pasado una segunda oportunidad.
Matt Rain 24/1/2004
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