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Primero para comenzar todo esto quiero decir mi nombre, me llamo José Ramírez y tengo tan sólo 9 años. La historia que van a tener el honor de escuchar fue hace 2 años, osea cuando tenía 7. Mis padres ya se habían divorciado hace un año, y cuando la jueza preguntó con quien quería estar dije sin dudar con mi madre... no se porqué decidí eso. Creó que porque ella estuvo siempre cerca mío y supo entenderme, pero mi papá tampoco fue un mal padre siempre que lo necesité estuvo aunque siempre su condición fue secundaria y no muy necesaria, debido a que si necesitaba algo siempre se lo iba a preguntar a mi madre. Pero en fín, hace dos años ya que vivo solo con mi madre. Me parece una falta de respeto no habérselas presentado todavía, ella se llama María Juana Eschiaga y tiene tan solo 24 años. Como ya se habrán dado cuenta me tuvo muy joven y esto le ocasionó una serie de problemas. Primero no pudo terminar la secundaria, segundo mi abuela la echó de la casa, él decía que era una vergüenza para la familia que quede embarazada tan joven y que para él no era más la hija. Mi padre tuvo que acoger a mi madre estos años, pero él tampoco era muy mayor apenas había terminado la secundaría y estaba pensando que carrera iba a seguir cuando aparecí yo. Tuvo que dejar todos sus planes y sueños, y ponerse a trabajar para mantenernos a mamá y a mi. Vivíamos en un humilde departamento en las afueras de Buenos Aires. Este era pequeño, pero cabíamos perfectamente nosotros. Y para ser sincero pasé muy buenos momentos en este departamento, aprendí a hablar, a caminar, a romper. Pero en fín esto no tiene nada que ver con la historia que les quería contar.
Era domingo, hacía mucho frío y no quería levantarme de la cama. Pero mi madre ya me esperaba con el desayuno en la cocina. El reloj marcó las 9 de la mañana y de un salto salí de la cama, me cambié y fui directo a la cocina. “Mi desayuno preferido!” dije, aunque era solamente pan con manteca y un poco de azúcar, y café con leche; me encantaba. El domingo era mi día preferido, esperaba con ansia durante toda la semana. Ya que todo los domingos íbamos a jugar a la pelota a la plaza con mis amigos del barrio. Luego de comer mi desayuno con gran alegría y velocidad, fui corriendo a mi pieza me puse los botines, agarré mi pelota y fui para el parque. Como siempre llegué primero, la mayoría de los chicos se levantan más tarde y llegan recién al lugar a eso de las 11. Eran las 9:30, debido a esto tenía como 1 hora y media para practicar solo. Me servía mucho, debido a que no era muy bueno jugando a la pelota y mi sueño era ser un jugador profesional, pero para eso tenía que practicar demasiado. En uno de los pelotazos que tiré la pelota se me fue muy lejos, para el lado del bosque que estaba al lado de la plaza. Este me daba mucho miedo, debido a que era muy lúgubre y tenebroso, y procuraba siempre no entrar. Pero era muy temprano y no tenía otra pelota.
Aunque mi mente no quería, mis ganas de jugar y mejorar lo superaron y fui a buscarla. Ni bien entré, parecía que estaba en otro lugar del planeta, en otro mundo... paso a paso me fui acercando a la pelota, esta estaba aproximadamente a menos de 50 metros, pero caminaba tan despacio y tan cuidadosamente que llegaron a parecer 50 kilómetros. Cuando estaba ya a 4 pasos, decidí correr así podía salir de este espantoso bosque lo más rápido posible, pero una rama que sobresalía del suelo enganchó mi pie y caí al suelo; el dolor era horrible, pero cuando vi toda la sangre no me pude contener más y me desmayé. Cuando abrí los ojos estaba en un lugar desconocido para mi, ya no era el bosque tenebroso de antes, pero este lugar era igual de aterrador. Miré para mi alrededor y era un cuarto muy pequeño, las paredes estaban manchadas por la humedad y la única entrada de luz era un pequeño agujero. Intenté moverme, pero mis manos y pies estaban atadas. Hacía mucho frío y estaba con muy poca ropa, ya sin saber que hacer empecé a gritar y llorar esperando que mis suplicas sean contestadas por alguien, pero esto fue lo que ocurrió. Se empezaron a escuchar ruidos y a una persona que se acerca muy rápidamente, al parecer por su tono de voz estaba muy enojada. Derribó la puerta de una patada y me miro con su ojos malévolos, poseía un traje de cirujano, pero por el estado de la ropa parecía más bien a un carnicero. Me dijo con voz repulsiva, “así que tenés ganas de gritar” y tomó un bisturí y lo acercó hasta mi garganta, lagrimas corrían por mi rostro y sin saber que decir o hacer le dije “no no, te juro que me voy a callar y no voy a molestar más”, después de decirlo me puse a pensar que fue la cosa más estúpida que una persona le puede llegar a decir a un carnicero maniaco. Él me miro con cara de asombro, se rió y se fue de la habitación. Ni bien cruzó la puerta me di cuenta que era el momento perfecto para poder escapar, no se porqué pero la situación parecía perfecta. A pocos centímetros míos había dejado el bisturí, estiré mi mano y logré agarrarlo, pero estaba tan filoso que corto mis dedos y lo dejé caer. Lo cual fue muy mala idea, porque al escuchar el sonido del bisturí al tocar el suelo, la puerta se abrió en menos de un segundo y ni bien entró vio al bisturí tirado y me dijo “¿así qué querés jugar?, pera que voy a agarrar mis juguetes” dejo la puerta abierta y a los 30 segundos volvió con una bandeja repleta de bisturí y objetos extraños que al parecer era para rebanar partes humanas. Estaban ya repletos de sangre, lo cual me asustó más porque me di cuenta que no iba a dudar en usarlos, tomó el más grande y filoso y lo puso en mi pecho, cortó mi remera dejándome prácticamente semidesnudo. Apoyó el bisturí sobre mi cuerpo y sentí un frío increíble que corrió en mi. Cerré los ojos para no ver la sangre y desmayarme nuevamente. Pero cuando los abrí nuevamente estaba otra vez en mi cama. Aliviado pensé que solamente había sido un sueño pero al mirar mi pecho observé una cicatriz de 20 centímetros. Justo apareció mi madre por la puerta de mi pieza y me preguntó qué ocurría, le dije que nada y que ya iba a desayunar.

Fin.

Texto agregado el 29-10-2006, y leído por 87 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
29-10-2006 Bueno, pues... sí parece escrito por un niño de nueve años... Andreau
 
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