Bienvenida cotidiana
Me gusta mirar
las piruetas que practican tus palabras
al saltar de tu boca;
Caída libre, se disuelven desconcertadas
ante tu sonrisa que es mejor incluso
que las palabras aún no inventadas.
Me gusta verte y huir,
para abrazar amagos de compañía
y juntar todos mis deseos completos para regresar.
Me gusta que no despiertes mis sueños,
así podré cumplirlos para ti.
Me gusta mirar las estrellas
y ver tus ojos reflejados en ellas,
rajaría la noche cual cometa
para alcanzarte y traerte de vuelta.
Podríamos dejar un rastro en el mar,
quizás una caricia entre la espuma,
quizás un beso enterrado en la arena,
o puedo despojar al mar de una ola
para cubrirnos en casa con ella.
Y tú eres un poema
que ha escapado de su papel,
crees que no te leen al pasar,
pero siempre se te asoma uno que otro verso
al iluminarte esa sonrisa delatora.
Y, lo olvidaba,
juguemos a las escondidas,
tú tras el futuro, yo oculto en tu sombra,
niña, que tú no te me vas a arrancar.
Me gusta que, sin extraviarte,
en cada encuentro nazcamos,
que los relojes vuelvan a correr de cero,
que hola sea mucho gusto,
como dos desmemoriados amantes
que se besan una y otra vez
sin aburrir sus bocas,
esa bienvenida cotidiana
que nos complace cada nuevo día.
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