EL BURLISTA
Gmmagdalena
Él siempre lograba hacerme perder la paciencia, sacaba lo peor de mí. Quería contenerme para no brindarle el placer de ver lo fácil que le resultaba alterarme, pero siempre tenía una forma nueva de atacar mis nervios y siempre me encontraba con las defensas bajas. Tenía un ojo especial para saber en qué momento me encontraría distraída, y allí, sorpresivamente, la palabra justa hacía que estallara y volviera a perder los estribos, lo que le causaba un gran placer y sus risas crecían parejas con mi enojo. Él era feliz con esas pequeñas tonterías y yo, después que me daba cuenta que era otra de sus formas de hacerme enojar por cosas sin sentido, deponía mi bronca e inevitablemente terminaba riendo con él.
Teníamos diez años y nos adorábamos, era mi amigo del alma, a pesar que cuando nos veíamos su saludo siempre era burlón.
- Hola gorda – que podía también cambiar por otro apelativo, como ser, pecosa, chueca, pajosa y el peor de todos, cuatroche, en franca alusión a mis enormes lentes, sin los cuales no veía un mono bailando frente a mis narices. Eso siempre venía acompañado de un cariñoso tirón de trenzas o cola de caballo que mi madre amorosamente había peinado en mis cabellos. Solía alternarlo con un empujón, o una zancadilla, de acuerdo a su humor.
A pesar de ello, había algo que nunca lograría, y era que yo llegara alguna vez a perder la adoración que sentía por él y que duraría por el resto de mi vida.
Hoy cumplimos cincuenta años de casados, durante los cuales inventó a diario la forma de irritarme. Los chicos han estado preparando una fiesta sorpresa que mi nieta más pequeña no pudo dejar de contarme, es una chismosa terrible. Me hizo jurar que no diría nada y así lo haré, quiero que él sí se sorprenda, a pesar de que esta mañana cuando nos despertamos, me abrazó y me dijo:
- “Feliz aniversario, gorda”.
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SOÑAR DE MEMORIA
Alejandro_1007
Un señor que parece vivir aquí me ha estado contando que estuvimos juntos pegando tiros por Asturias hace un montón de años y también de badaje por ahí,..... que esto y que lo otro. Yo le he seguido la corriente al pobre ya que parece estar demenciado y he creído que con sus batallitas al menos me entretiene y no hace mal a nadie. Me llamó desmemoriado, ya que no recordaba nada de lo que supuestamente habíamos hecho juntos. Por suerte cuando empezó a excitarse soltando consignas y gritos de ardor guerrero: “Antes morir que perder la vida”, “En el frente hace frío”, “Hoy mas que nunca”......, llegó un hombre a visitarme y mi “hermano de armas” se alejó discretamente.
Según me dijo era mi hijo, y que venía todos los días a verme. Que estaba en un centro para mayores porque no podía valerme y requería atención permanente. Me contó que sufría una enfermedad que no dejaba que mi cerebro recordara mas allá de una decena de horas, que me llamaba Salustiano Rodríguez, natural de Destriana (León), que había sido médico de pueblo en Castrocontigo durante 35 años, que mi mujer se llamaba Etelvina, ya difunta, y que tenía dos hijos y 5 nietos ya mayores. Que todos me querían mucho y que estaban pendientes de mi salud.
Todo me sonó muy extrañó pero como me lo contaba con tanto cariño, algunos de los detalles de mi supuesta vida me llegaron a emocionar. En contrapartida le conté lo que había soñado la noche anterior, se rió mucho con el sueño y me dijo que desde pequeño le habían encantado. Mañana volvería a contármelo todo de nuevo para que lo retuviese antes de volver a perder la memoria al final del día y que al menos pudiera disfrutar de mis recuerdos por unas horas. No sabía que contestarle pero al final de su visita me había encariñado con él y le dije que por favor volviera, que seguro me gustaría volver a conocerlo.
A poco de irse volvió a acercarse mi “compañero de armas” y me espetó: - ¿Cuál es tu consigna de hoy, Salus?. Le miré un momento, al tiempo que llamaban a cenar, y le contesté: “Antes morir que perder mis sueños”.
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