Los muiscas tienen el más hermoso mito sobre el origen del hombre. Desde que lo leí por primera vez quedé impresionado, no sólo por la imaginación de nuestros antepasados sino por la hermosa filosofía de vida que implica: una mujer, Chiminigagua o Bachue, sale de las aguas de la laguna Iguaque llevando de la mano a un niño de no más de tres años. Cuando el niño se hace hombre, se une a la mujer y de esa unión nace la raza humana que ha de poblar el universo.
La hermosura del relato recae en lo que significa la mujer, dadora de vida y creadora de la especie humana. Imaginémonos ese niño desconcertado que sale al mundo guiado por quien se lo hace conocer. Ese niño bien podríamos ser nosotros, hombres que buscamos la protección de una mujer, su mano guía que nos enseñe el camino. Hombres que buscamos en su seno, la paz que extraviamos por nuestra torpeza histórica.
¿Cuántos de nosotros no envidiamos la fortaleza de una mujer; cuántos hubiéramos querido que la luna no fuera luna sino “luno”; o la guitarra, guitarro?
Las musas de la mitología griega, hijas de Mnemosina, son nueve:
Calíope, inspiradora de la elocuencia y la épica;
Melpómene, guía de la tragedia,
Talía, de la comedia;
Polimnia preside la retórica y la escritura;
Clío es la historiadora,
Urania, astrónoma;
Erato es la musa de la poesía amorosa;
Euterpe inspira la música y Terpsícore la danza.
Todas ellas, las grandes artes del universo; todas, mujeres. No en vano , las cosas más bellas, deseadas y misteriosas en la vida son femeninas: la rosa, la orquídea, la guitarra, la luna, la muerte, las estrellas, la eternidad, la inmortalidad...., la paz.
¿Qué haríamos sin ella, sin la mujer? Imposible imaginarlo y captar nítidamente alguna imagen. Seríamos un remedo de algo sin forma ni norte ni nada. Si no hubiera existido Dulcinea, El Quijote sería un loco más; si no hubiera existido Beatriz, Dante estaría perdido; si no fuera por América, no sabríamos quien fue Colón; sin las vocales no existiría la palabra amor. Sin la mujer, no sé qué sería del hombre.
Borges creía que el mundo era producto del sueño o pensamiento de un sólo hombre. Por el contrario, creo que el universo entero está en el vientre de una mujer. Los cataclismos, las guerras, los terremotos, son los dolores del parto que anuncian la gran noticia de que algún día, esa mujer nos dará a luz y encontraremos por fin la felicidad.
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