Con mi savia, recorro cada suspiro que dibuja tu piel. Hasta puntualizo el crucial llano que esboza tu envoltura, persiguiendo al olor que acecha al sonido de tu cuerpo desnudo, que palpita como cuando buscaste una forma para desahogar mi pasión con tu sexo humedecido, cercenando el espacio que unió nuestros segundos; ataviando al tiempo infinito. Cuando fui envuelto por tu voz, y tu perfume deslizó mi avidez hasta las nubes y me exigió penetrar con mi acorde la brisa que envuelve a tu pasión, el trance vital de tu femineidad.
Transito el aroma que habitó tu ferviente mirada; te vuelvo a ver. Sufro mi paranoia al delinear tus ojos. Te contemplo bella, como siempre anuncié hasta ante los matinales vientos, mi bella.
Toco tus labios
…
beso tu piel.
Orientando cada espacio humedecido por mi alma, que agito entre los ribetes que encaminan mi entonación, plasmo en tu cintura mi color como en la luna, colmando de caricias con mi lengua la sombra de tu vientre, consumiendo el óvalo que descansa en tu cadera. Y rocío tu óleo, restregándole aquel manto cubierto por los rastros de lujuria que se adhieren al motor de mi canto hasta en el secreto de mi voz.
Con ambas manos, en tus senos aboceto el tiempo vegetal, mimando hasta el instinto de las flores al moldear tus pezones entre mis dedos, empapados por mi anhelo, que de su embeleso no advierten el final.
Y me miras
y te miro,
y el tiempo se transforma en una eternidad.
Recorro tu cuello. Cortejando tu garganta desde tu pecho hasta rozar con la punta de mis dedos la cima de tu piel dirigida hacia el firmamento, observo el bosquejo de la pasión sin límite que exhuma tu ojo izquierdo, mientras con el derecho das a conocer el fulgor de tu canción al sentirme sobre ti.
Suspiras ante el mundo, ante mí; la agitación cubre mis manos y las confunde con tu pelo. Nos besamos apasionadamente, intentando retener al tiempo deliberadamente entre nuestros brazos, nuestros cuerpos. Lo intangible viste tu realidad, tu silueta se disfraza con el tiempo medular, y nuestras caricias ya se enmarcan en su inmortalidad.
Tus ojos me ven, y aprecio su unicidad; se acercan cada vez más a los míos. Enloquezco al ver que se dilatan y consumen hasta el más pequeño nubarrón que flota en mi ilusión.
Veo tus ojos, y me transportan a mi sueño.
Al percibir tus luceros, distingo el contorno delineado por su color, su acorde musical, tu armónica paz.
Toco tu espalda; transito la melodía de tu papel.
Guiando la mansedumbre de mi dedo índice, arrullo la suavidad del néctar que cubre a tus ilegibles vértebras; y agasajo cada milímetro de vida que habita cantando en su espesor infinitamente finito, suave como la miel de tu mirada, tu belleza inmaculada. Realzo su delicadeza con mil besos, dibujando una flor en ella.
Ya deleito el agrio sabor de la savia de tu entrega, y humedezco los vestigios carnales que la nombran mi deseo, meneando y trastornando su cielo. Lo agito, y percibo que se asoma una muestra de la encarnación de tu más vívido goce. Gimes, sosteniendo mi cabeza entre tus manos.
Ahora coqueteo la esencia que anida hasta en el sopor de tus piernas; humedezco tu talón. Tus gemidos son uno, y me miras como a tu primera ilusión. Y muero al besar tu interior.
Besamos nuestros besos, jurando dormir jamás, como durante aquellos días fallamos en nuestro lioso intento por enmohecer nuestra ansiedad, y no nos pudimos controlar.
Admiro tu ostensible paisaje
cada día más.
Te miro y me miras.
Veo tus ojos y tiento tu espalda,
beso tus labios
y toco tu piel.
Pero alzas tus manos hasta acariciar mi pecho, y siento la vehemencia que atraviesa tu vigor hasta descansar en la cima de tus dedos. Cierro los ojos para soñar con tu magia, que me atrapa. Siento mi dermis rozando tus sentidos; y recuerdo aquellos días, cuando intenté controlar el pulso de mis ojos ante tu tonalidad, y tu corazón aletargó cada latido que me invadió con tu sabor.
Aboceto tu cuerpo, deslizando mi anhelo a través de la vitalidad que distendió mis ansias por adorar cada lapso que une a tu corteza.
Bailando con mi esencia, circunvalo tu cintura, y mis labios danzan en torno al recuerdo de sentir flotar hasta a la luna sobre nuestros agitados cuerpos.
Y musito tu nombre, buscando el modo de verte viva, de flotar hasta las estrellas para olvidar mi fatal condena, que anula mi ambición: apreciar tu alma junto a mí. |