La Gran Batalla
Soy un peón negro y estoy preocupado. Es el turno de mi dios para hacer la siguiente movida y no sé qué va a decidir. Los peones somos los seres menos útiles del tablero y los primeros en sacrificar, está bien, en gran parte esa es nuestra misión en esta corta vida, pero uno esperaría poder hacer algo más por el bien de nuestro dios.
Se cuenta una vieja leyenda entre mis pares acerca de un antiguo héroe peón que llegó a ser coronado. No sé si esa historia es cierta o es sólo un mito traspasado de tablero en tablero, pero dicen que luego de su coronación se olvidó del resto de sus compañeros y nuestro dios, producto de un divino descuido, lo perdió. Alcanzó a vivir sólo dos turnos con su nueva corona. Me imagino que esa historia es sólo para enseñarnos a respetar nuestro lugar en el tablero y en la estrategia de los dioses, no creo que sea cierta y menos aún que algún día algún peón, incluso los blancos, puedan llegar a ser coronados. Debe ser sólo una ilusión, algún tipo de estrategia divina para hacernos batallar con la esperanza de que podemos llegar a ser algo mejor. ¿Se han puesto a pensar el por qué los peones somos los únicos seres del tablero que según las reglas divinas podemos ascender en nuestra escala? Creo que tengo la respuesta. El resto de los seres del tablero tiene un título noble, nacen siendo algo útil, los dioses difícilmente los sacrifican, en resumen, ellos son mejores que nosotros y no necesitan de esa vaga esperanza de superación para pelear con orgullo las batallas.
A mi izquierda hay un compañero que debe estar sufriendo tanto como yo mientras nuestro dios planea su siguiente jugada. Tres cuadros adelante y uno a la derecha hay un caballo enemigo, mientras que dos adelante y uno a la izquierda hay un peón también blanco. Una posible jugada de nuestro dios es el sacrificio mío y de mi compañero de al lado porque el caballo de adelante está indirectamente protegiendo una de sus torres. Quizá mi dios cree que puede distraer al dios blanco y hacerlo mover ese caballo, liberando un flanco en su territorio y destruyendo a esa torre. Yo sé que es casi una blasfemia el tratar de entender los divinos propósitos de nuestros dioses, pero a mi me divierte mucho hacerlo y sobre todo tratar de entender sus estrategias, sólo que en este caso, la decisión que él tome será mi sentencia de vida o muerte.
He visto a muchos compañeros morir en batalla y lo hacen con orgullo y con la cabeza en alto en nombre de nuestros reyes. ¿Qué pensarán el rey y la reina acerca de nuestros sacrificios? No creo que se preocupen de nosotros, están tan ocupados observando la batalla escondidos tras las torres y tan confiados en el actuar de nuestros dioses que sólo se preocupan de mantener al resto del tablero alucinados con sus sueños de nobleza. Para ellos sólo somos una masa descartable de soldados sin un gramo de nobleza en nuestra sangre. Estoy seguro que los dioses prefieren a los reyes y les gusta el juego de la mediocridad que la nobleza les entrega para esconder su miedo a morir. Incluso hasta inventaron reglas como el enroque para poder esconder más rápidamente a nuestros reyes, y el resto del tablero no dice nada.
Yo sé que no es posible hacer nada en contra de las estrategias de nuestros dioses, y que todo lo que estoy diciendo es quizá producto de mi estado de nerviosismo frente a la próxima decisión de mi divino estratega. Además sé que nunca van a cambiar las cosas, que los peones nacimos peones y moriremos peones y seguramente antes que el resto de los seres del tablero. Simplemente así son las reglas de nuestro juego, las inventadas por los dioses, y no podemos hacer absolutamente nada para evitarlo.
Afortunadamente mi dios decidió otra jugada, estoy en medio del territorio enemigo, pero por ahora estoy a salvo. Nuestro dios realizó una jugada magistral que nos permitió apoderarnos de los cuadros enemigos y pararnos frente a su última línea de defensas. Veo a la nobleza blanca asustada, temblando mientras intentan predecir el comportamiento de su dios. Ahora se están preocupando de la batalla, están dejando de confiar en su estratega y presienten un final trágico. Ellos me ven a mí. ¿Qué verá el resto de los seres del tablero al observar a un peón? ¿Serán capaces de diferenciarnos o nos ven a todos iguales?
Otra movida estratégica de nuestro dios. Es increíble, acaba de colocar en jaque al rey enemigo y la única salida visible es el sacrificio de su reina, y lo mejor de todo es que esa tarea va a quedar en mis manos. ¡Eso es! Tampoco el dios enemigo encontró otra salida y tuve la grata misión de acabar con la reina enemiga. Debo reconocer que murió con nobleza, en ningún momento hubo una súplica y sólo derramó una lágrima mientras caía con expresión de resignación mirando hacia su blanco cielo. Estoy encontrando algunos valores en los seres nobles que nunca antes había advertido, existe un cierto aire de pureza en su comportamiento, algo que se destaca incluso en su mirada y que los hace totalmente diferentes a nosotros, es como un cierto toque divino que se les refleja en sus ojos y en sus actos, no sé si me logran entender.
Después de esa obra maestra de nuestro dios, quedé a un paso del fin del tablero. ¿Saben lo que eso significa? Así es. Estoy a un paso de probar el mito de la coronación. Yo, un peón ordinario que decidieron no sacrificar, ahora puede soñar con ser coronado, con absorber algo de esa pureza interior que te provoca la nobleza. ¿Cuál va a ser la movida de mi dios? ¿Será un aporte válido en su estrategia mi escalamiento hacia posiciones de nobleza? ¡Cuanta envidia deben sentir mis compañeros!
Que bien se ve el mundo desde las alturas y que bien se siente uno mirando desde allí. Creo que es desde las alturas en donde está el origen de la nobleza. Ahora me siento noble, puro, lleno de orgullo por nuestros reyes y agradecido de la sabiduría de nuestro amado dios. Estoy junto a otros compañeros nobles concretando el final de nuestra batalla. Es casi vergonzoso ver a los nobles blancos huir a refugiarse ante nuestros ataques. El viudo rey enemigo se mueve de lado a lado del tablero sabiendo que no tiene salvación, es una imagen deshonrosa ver a otro noble huyendo de esa forma, sin querer enfrentar el destino inapelable y el épico final que todos esperan de nuestra batalla.
Combato casi sin esfuerzo, lado a lado con mi amada reina, hasta que nuestro noble oponente se queda sin escape y es finalmente derrotado, gracias a la ayuda de alguno de nuestros peones, esos seres desprovistos de toda nobleza y sentimientos de orgullo, esos seres que no son capaces de comprender la complejidad de una batalla y menos aún la nobleza que se requiere para combatir según los designios de nuestro dios, esos seres sacrificables que nos aportan sólo en número para despreocuparnos en las primeras etapas de las batallas, esos seres que nos miran sin entendernos y sin entender nada del mundo ni de la nobleza de la vida.
Estamos preparados para una nueva batalla junto a nuestro dios. Volví a ser un peón. Nadie me comentó que esto era parte del mito. Los nobles me miran pero no me ven. Mis compañeros peones ni siquiera me miran. Sólo espero que mi gran dios use esta vez la estrategia de sacrificar unos cuantos peones, y que entre ellos, yo sea el primero.
Jota
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