techos rojos de casas de una ciudad pintada en el lienso ilustrado; la luz del sol de un amanecer de un dia cualquiera, sobre los efectos de un luminosidad desacompasada con el uso horario establecido.
las infaltables nubes del cielo que se siempre se encuentran en todos los paisajes de museo,
hoy por siempre, son como olas de mar suspendidas en el aire.
una diagonal imaginaria pero real,
divide el paisaje en mi¡tades distintas,
separando, con el rigor que impone la fusta de la justicia de la fisica cuantica, los espacios incomodos, que del arte se acumulan en las paredes privilegiadas de las casas de ellos
(por su escencia contenedora infranqueable mas que nada).
decia que divide, esta linea ambisiosa,
a dos mitades exelentemente`premeditadas,
antes de ser deliberadamente consevidas:
las rocas delgadas de las fachadas de un pueblo imposibles de consevir, construido por manos de albañiles que jamas nacieron, en un presente continuado distinsimo el nuestro, con,
las sencillas formas donde el artista descansa en paz, de naturaleza muertas pero obligadas,
por tener la condicion primera de ser escritas por ser de lo unico que abunda. |