Se había detenido la columna, aún humeaban las antiaéreas que habían disparado sin tregua contra los aviones enemigos y la tropa dirigida por los oficiales sacaba del camino los vehículos incendiados, los médicos y enfermeros auxiliaban al personal herido, se redistribuía al personal en los vehículos existentes y se reorganizaba la columna en el camino para continuar la marcha.
Entonces llegó la exploración, reportaron la existencia de una bomba grande sin estallar en el camino, la cual habían observado a través de los binoculares. El jefe se acercó al zapador y le ordenó determinar rápidamente que hacer para continuar la marcha. Ordenó a un oficial de su plana mayor acompañarlo.
De inmediato el zapador y el oficial partieron en un jeep para observar la bomba de cerca. Al llegar a unos cien metros de la bomba bajaron del vehículo y continuaron a pie, al llegar, el zapador observó atentamente la bomba, a la vez que caminaba a su alrededor.
Cuando ya habían desandado un buen tramo en el camino de regreso hacia el jeep, el zapador explicó a su acompañante que el artefacto en cuestión se trataba de una bomba demoledora de 1000 libras de fabricación norteamericana provista de una espoleta de fondo, que semienterrada en la arena constituía un peligro para el avance del convoy, pues la espoleta tenía los trazos de ser una espoleta de tiempo que podría detonar en cuestión de segundos o en horas lo cual era indeterminable a simple vista, por lo que habría que traer explosivo y detonadores para destruirla.
El oficial dijo al zapador entre interrogante y asombrado que entonces podía haber estallado cuando estuvieron junto a ella para determinar de que se trataba.
La explosión lo sacudió todo a sus espaldas, la onda expansiva los lanzó sobre la arena del desierto a la vez que una lluvia de finísima arena los cubrió.
Se levantaron escupiendo arena y sacudiéndose los uniformes, entonces el oficial miró anonadado al zapador, este respondiendo la pregunta anterior se limitó a decir,
-No te preocupes, nadie muere la víspera. |