Se alza la cruz como un saludo de bienvenida, a los visitantes de este lugar, lugar que abre su puerta, así también su corazón. En este lugar podemos encontrarnos con muchas personas, diferentes todas, viviendo, trabajando, jugando, hablando, haciendo todo lo que en un día común hacen, y entramos como invitados para conocerlos, compartir, hablar con ellos, son las personas que nos dan la bienvenida con su que hacer diario.
Muchos de ellos, provienen, de otros lugares del Perú, y con ellos traen también sus sueños esperanzas y anhelos, sus comidas, costumbres, que se mezclan con las que encuentra. Podemos encontrar un mercado surtido de diferentes cosas, comidas y utensilios, desde cabezas de cerdos o carneros, hasta jugos y baldes o bolsas de plástico.
Habitantes alrededor del mercado, como hijos de éste, personas vendiendo cancha, pan, huevo, mandarinas, plátanos.
Como en toda sociedad, o en toda familia tenemos muchos hijos con gustos diferentes, diferentes formas de expresión, hijos que se comunican con un mundo globalizado residentes en cabinas de Internet, y ferreterías que ayudan ha ir renovando el cuerpo en el cual estamos ahora inmersos, entrando como en un terreno inexplorado, desconocido, que se renueva continuamente.
Así nos recibe este lugar al cual entraremos, pero como cualquier cuerpo, solo nos recibe la piel, la mano, los ojos, pero el corazón se encuentra protegido, alejado del exterior, las entrañas, y los órganos que dan vida a este lugar, se encuentran escondidos. Pero también tienen vida propia, se mueven, se alimentan, corren, juegan y también lloran, pero también luchan, cada día por una mejor situación. A veces los otros órganos no saben, o hasta rechazan su existencia.
Para conocer a alguien hay que ver el corazón, e iniciamos un recorrido al corazón, no de este lugar, sino del ser humano, de una comunidad, de un grupo de personas, que en medio de muchos problemas, y desventajas, se atreven a soñar, a vivir cada día, y cada día hacerlo suyo.
La roca se quebrara para formar hogares, parques, escaleras, vida; y el quebrar de rocas quebrara también el frío de la ciudad, los adultos, serán niños nuevamente, enseñando a otros niños lo que la vida les enseñó, también a ser niños los ayudaran.
Un tiempo para enseñar, como narrando una tradición, pero, narrando con las manos, con el trabajo, con el sudor, con el esfuerzo, las risas, y las alegrías, también tiempo para saber que muchas cosas que el colegio les enseño no es solo teoría, o concepto frío y vano, conectaran sus conocimientos escolares, con su propia realidad, tejerán la vida con su vida, crearán ciudades, crearán parques, y recrearan todo, a partir de las rocas, y de su propia alegría con su propio esfuerzo. Es el tiempo de convivir, como un acompañamiento a los niños por sus padres, vecinos, y amigos, para poder crear un nuevo ambiente.
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