Hola Teresa,
acabo de leer atentamente tu libro, que ayer cayó en mis manos: era el único ejemplar, colocado en una sección que no le correspondía y me llamó la atención por la portada en blanco y naranja (mi color favorito), cuando lo tuve en mis manos descubrí que era tuyo, ¡qué casualidad! de Teresa, la de Héctor, la co-autora del “espeso líquido” y de “la anunciación sin ambages” que adornaron durante un tiempo el salón de mi casa.
Lo compré y te diré, que desde hace un tiempo está llegando a mí una cantidad de información que no busco, y que me duele y alivia a un tiempo.
Me atrevo a escribirte después de haber leído la dedicatoria que le haces a Quique (para ti), Enrique (para mí) y comprobar que durante un tiempo hemos compartido a un miembro de nuestra “familia”. En el momento en que fechas tu prólogo (en Noviembre de 2005), Enrique (tu Quique) inmerso en un conflicto interno, llegó a la conclusión de que quería que tuviésemos hijos y que continuásemos siendo compañeros de vida. Lo que yo ignoraba es que ya formaba parte de “otra familia”, ayer después de comprar tu libro lo supe.
Quiero que sepas que ayer muchas cosas cobraron sentido para mí:
• Sus ausencias durante los fines de semana
• Las excusas por el mucho trabajo
• Los cambios de planes fijados
• El enfermizo interés por ¿Héctor? y el acusado desinterés en mí
Pero tantas otras cosas siguen siendo inexplicables. Durante un tiempo, demasiado doloroso para mí, Enrique y su cobardía se esforzaron en dejar de verme como una persona. Sí, sus ausencias fueron crueles, brutales. Un viernes de hace algunos meses mi médico de cabecera me dijo que podría tener un cáncer (ignoro si te han dicho esto alguna vez, pero es fulminante). Esa tarde, cuando se lo expliqué me dijo que se iba a pasar el fin de semana fuera. Por primera vez, después de 16 años juntos le pedí que no se fuese, mostré toda mi debilidad y mi miedo. Su respuesta fue terrible, se marchaba igual. Cuando volvió me dijo que lo había hecho para dar sensación de normalidad y para no hacérmelo pagar luego, y eso no lo deseaba. Le pedí que se hiciera cargo de mirar otras posibilidades médicas, me dijo que estuviese tranquila, y no hizo nada.
Mañana me opero, todavía no se si es “benigno” (bendita palabra), espero que lo sea.
En su interminable huída emocional cada vez me hacía mas daño, con su cobardía nutría mi dolor. Yo no entendía nada.
A mi madre, le diagnosticaron alzheimer, terrible palabra, Enrique ofreció verbalmente una ayuda que nunca concretó. Ni apoyo emocional para mí, ni apoyo tangible para mi familia de origen. Ante mi llanto respondía con cambios de tema o ausencias. Sus escapadas a Altea, Zaragoza (eso decía), en bicicleta con sus amigos, a Valencia, etc. eran continuas y mi agotamiento físico, emocional y mental, cada vez mayor. Me seguía diciendo que yo era su compañera de vida y yo quería creerle.
Hace 6 meses que nos hemos divorciado y aún he tenido que oír de él que nos hemos divorciado porque yo he querido, que me echa de menos, que tiene ganas de darme un abrazo, y tantas otras frases en las que me exponía su lástima por mí.
Tantos juegos, tantas mentiras que me han agotado. Creo que una explicación clara por su parte me hubiese evitado mucho dolor a mí y nos hubiese permitido mantener una relación franca y clara. A fecha de hoy todavía no ha sido capaz de explicarme qué pasó, porqué motivo nos divorciamos y tiene que llegar un libro a mis manos que me diga que en Noviembre de 2005 ya formaba parte de otra familia, …si todavía no había dejado de ser mi compañero de vida… mi cobarde y egoísta compañero de vida.
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