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Dolores

Faltaban apenas seis horas para el momento en que el “mago del ballet” saliera a escena, cuando llegó la noticia. Su partenaire se había dislocado el tobillo.
Los teléfonos no daban a basto trabajando intentando encontrar urgentemente alguna bailarina que estuviese a la altura del “mago”.
La noticia que terminó por filtrarse hizo correr el rumor de que era el mismo Mijail quien se había lastimado el tobillo.
En medio de las corridas y la desesperación, apareció disponible una ignota bailarina. Esta fue convocada de inmediato con el objeto de hacer algún ensayo previo, una simple formalidad, ya que en definitiva, Mijail tenía el rol principal.

Llegó la bailarina. Se llamaba simplemente, Dolores. Sin tiempo para formalidades, le dieron una ajustada malla para hacer el ensayo de la puesta en escena “come il faut”.
Todos sabían que difícilmente “el mago”, el bailarín mas exigente del país, la aprobase, pero ya no tenían opciones.
El mago la esperaba sobre el escenario, con su conocido temperamento árido y la excitación propia de los estrenos, Cuando Dolores subió a la plataforma, se hizo un silencio cargado de premoniciones, a la espera de que sucediese lo peor.

Todos vieron ese mínimo instante de transformación en la cara del gran Mijail. Éste había quedado deslumbrado por la belleza y la sensualidad de Dolores, algo que brotaba a raudales de su piel, de sus venas...

Comenzó la música, un adagio, un Pas de deux, los primeros acercamientos, los roces.
Había surgido cierta química, en el aire que la música de Manuel de Falla no lograba opacar.
Era un fuego ella, un fuego él, era la Danza Ritual del Fuego.

Ella giraba sobre su puntera, las manos de él sosteniendo su diminuta cintura. Súbitamente se detuvieron: se olían, se miraban, se estudiaban. Ella transpiraba. Él observaba una gota que descendía lenta y provocativamente por el escote. La malla ajustada, se pegaba a su cuerpo acentuando su sensualidad y haciendo de ella una figura cargada de erotismo.

El “mago” trataba de concentrarse, pero se sentía perdido. Una y otra vez intentaban ese paso, tan sencillo, pero que los ponía cara con cara, mejilla con mejilla, cuerpo contra cuerpo durante breves pero eternos segundos, y ambos volvían a perder el ritmo...

Se respiraban, se olían salvajemente, inmersos en un ritual incontrolable. A ella se le notaba, aunque intentaba disimularlo. A él se le notaba, porque más allá de su mirada animal, le era muy difícil disimular algo que crecía segundo a segundo, dentro de la ajustada vestimenta pugnando por salirse del encierro.

En el último paso, ella, apretada contra su torso, bajaba lentamente hasta quedar de rodillas frente a él, con la cara apretada sobre una pelvis que, hasta ese día, había sido serena e indiferente a todos los roces y ahora se transformaba en una carne trémula y palpitante, a punto de estallar.
Él no pudo evitar arrodillarse junto a ella, y besarla como nunca jamás había besado a alguien en su vida. Ella le brindó su boca, su cuerpo, su alma.
Los colaboradores, perplejos, veían a Mijail entregarse a la pasión, a su más sublime coreografía.

Apagaron las luces y los dejaron solos sobre un escenario ardiente, mientras las notas de la guitarra sonaban al unísono con las pulsiones de los cuerpos amantes.
Esa noche no hubo muestra. Tan sólo un lacónico comunicado a la prensa que decía:
“El mago permanece en cama con dolores.”

Texto agregado el 26-10-2006, y leído por 122 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
26-10-2006 Muy bueno. Simple y agradable. Otro_Jota
26-10-2006 bueno el relato. sixbell
 
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