Febrero 10 de 1999
Hoy salí de mi casa con ánimos de cambiar el rumbo de mis días. Cansada de la monotonía del calor de pueblo emprendí la mejor de mis anécdotas.
Esta mañana salí de mi casa sin rumbo fijo; después de una hora y media caminando, llegue a la casa de Alejo que como siempre: no estaba haciendo nada. Me recibió medio dormido todavía y después de oír todas mis inconformidades y la totalidad de mi “plan de cambio”, decidió unirse a mi causa y seguir conmigo al frente.
La casa de mi abuelita queda cerca de la de Alejo, y al se le ocurrió pasar por allá a despedirme o a saludar o a lo que fuera, para ver si mis tías me regalaban un poquito de plata para poder viajar los dos. Como no fue mucho el dinero que nos dieron, entonces... ¡¡¡Nos toco arrancar en bus!!!
Cuando llegamos al Terminal de buses decidimos irnos para Bogotá, -no es ni tan cerca ni es tan lejos- dijo Alejo, -¡Aja!, además la conocemos bien y conocemos mucha gente- le respondí... Esa fue una decisión ya tomada.
Compramos los pasajes más baratos que existieran y estos fueron para abordar una chiva... Obviamente, me maree y el viaje fue una mierda, lo peor del mundo!!!!. Que porquería, el peor día de mi vida.
Pero bueno, afortunadamente llegamos bien y Charlie nos dio posada por el fin de semana. Ya me bañe y empijamé y estoy lista para irme a dormir.
Febrero 11 de 1999
Cuando me levante estaba haciendo un frío horrible y llovió sin parar hasta el medio día. Tengo gripa, estoy muy enferma.
Yo creo que la llegada en chiva anoche me perjudicó, eso fue lo que me enfermo y todo el polvo del viaje me debió alborotar la alergia. El punto es que estoy enfermísima pero no le quiero dañar el viaje a mi Alejo. Él y yo somos solo amigos, pero juro que lo quiero muchísimo y yo creo que él a mí también.
Después de almorzar, con un emparedado frío de queso y un jugo de naranja hecho por Charlie, nos bañamos y vestimos, me tomé un Noxpirin para la gripa, y salimos a voltear por Bogotá. Como Charlie vive en la Macarena, decidimos bajar hasta la Quinta y coger un bus que nos dejara en “La Luis Angel Arango”, en la candelaria, para empezar a caminar un ratico.
A las dos de la tarde estaba haciendo un sol picantísimo, menos mal de ropita estábamos como bien; nos amarramos la chaquetas a la cintura, y con la camiseta manga sisa, las gafas oscuras y los morrales al hombro, además de rubios y despeinados, emprendimos la dulce caminata al mejor estilo del forastero indefenso.
Subimos hasta la cuarta y nos tomamos un granizado de café en el Juan Valdez del museo Botero y nos fumamos un cigarrillito, ahí mismo pero afuera por que adentro es prohibido fumar. Luego empezamos a caminar hasta llegar a la Jiménez y ahí bajamos derecho hasta San Victorino donde nos tomamos nuestro tiempo haciendo “unas vueltas” y cacharreando por toda la Décima.
Caminamos hasta la Diecinueve sin volver a la “Cande” para admirar monumentos históricos ni edificaciones ni teatros o iglesias que ya conocíamos desde cuando habíamos estado viviendo aquí en Bogotá. Fue hace unos pocos años... Y digo juntos por que compartíamos un apartamento en el norte, por nada más. Cuando llegamos, seguimos hasta la séptima desde dónde se alcanzaban a oír algunas leves tonadas de música Andina provenientes de un cuarteto indígena que adornaba entre sonidos de tráfico, humo y demás, una partecita de la ciudad.
Ya en la séptima con 23 estábamos mamados y totalmente “secos”, entonces entramos a Oma por otro cafecito “levanta muertos”, parecíamos zombies; ya eran las seis de la tarde, llevábamos más de cuatro horas caminando sin parar, el día no nos rindió para nada, parecía que no avanzáramos; ya casi llegábamos otra vez a la casa de Charlie, prácticamente donde empezamos.
Después de salir de Oma seguimos caminando sin parar en ninguna feria artesanal ni nada, hasta llegar a la casa a comer, ¡que hambre! Llegamos hace como una hora y todavía estoy esperando la pizza extra-queso que pedimos, ahora la espero con más ansias después del “sauna” de hace un rato.-¡Es posible que ni siquiera halla pasado tanto tiempo!- eso es lo que me dice Alejo... Charlie solo se ríe.
Acaba de llegar la comida y no tengo ganas de seguir escribiendo, después de comer me pienso bañar y luego de arruncharme un rato con Alejito, acostarme a dormir hasta mañana temprano para poder hacer mucho mas que hoy.
-¡¡Levantáte Manuelita que ya se nos hizo tardísimo, no te demorés arreglándote que vos sabes que siempre estas divina!!- Con esas palabritas y la dulce voz de mi Alejito me desperté, pero.... -¡¡¡Estoy en la cama de Alejo todavía y creo que todavía es de noche!!!-
Hubo cambio de planes, ahora sí estoy divina y nos vamos a rumbear lo tres, es un poco tarde pero es jueves y la noche es joven.
Febrero 12 de 1999
Hoy me desperté muy tarde... ¡Mierda!, otro día que voy a perder.
Anoche casi no llegamos, la pasamos buenisimo. Nos emborrachamos y bailamos y... Alejo y yo nos dimos un beso, creo; no estoy segura si fue un sueño o secuelas de rumbas anteriores... Pero creo que nos besamos como nunca me lo hubiera imaginado.
Hoy he evadido a Alejo todo el día, me da vergüenza verlo a los ojos ahora que sabe que me muero por él. Es mejor que sigamos de amigos y ya, no profundizar en el asunto; fue cosa de tragos y nada mas... creo. Además, puede ser por que estamos viajando solos y tal vez eso nos compenetre un poco más ya que casi dependemos del otro.
Conocimos mucha gente en el bar en el que estuvimos anoche, era un bar pequeño y un poco rústico y bohemio típico de la Macarena, el barrio de Charlie. Ya tenemos plan para esta noche pero no se que tan conveniente sea para Alejo y para mi después del beso y todo lo demás que pasó en el baño.
Después de hacer el desayuno, hoy me tocó a mí, lo serví y salí corriendo para al baño con ánimos de encontrar todavía un poco de agua caliente. Tenía mucha sed y la cabeza aún me daba vueltas, entre al baño, puse música y al abrir la cortina me encontré de frente con Alejo, cara a cara y todo con todo de cerca; los dos “enguayabados” y con mucho amor para dar, nos dimos cuenta de la conveniencia de todo lo que nos estaba pasando, cada vez estábamos menos lejos que antes.
Me detuve a mirarlo, lo detalle de pies a cabeza, era la primera vez que lo tenía en frente y era solo para mí; nada de consejos amorosos, ni de despecho por mujeres, éramos solo él y yo... y Charlie, que todavía no se levantaba, y que además tenía sus propios líos amorosos; el tipo con el que salía lo cortó hace una semana.
Después de horas en el baño y una amistad mucho más compenetrada salimos de la ducha totalmente renovados para emprender una nueva caminata de sorpresas y tropezones que el destino suele interponer siempre en mi camino. Esta vez empezamos por el Centro Internacional y a las 3:00 p.m. Sin hambre para almorzar, seguimos nuestros instintos y gracias a ello llegamos hasta el piso 30, creo, del Hotel Tequendama, creo. ¡¡¡Ja, ja, ja!!!
Al bar Rojo.... sencillamente, ¡espectacular! La vista es hermosa, ahí nos quedamos hasta las 6:00p.m., mientras tanto nos tomamos una botellita de vodka ruso. Salimos como prendidos.
Caminamos por la Séptima hasta chapinero y ahí entramos a comer a un chuzo donde me tocó pedir prestado el baño para vomitar, ya me había empezado a enfermar el licor.
- Si seguís bebiendo te mejorás... ¡estoy seguro!- se le ocurrió a Alejo; yo, como solía pasar siempre, sumisa seguí su consejo... ¡Desde ahí no recuerdo nada más!
Febrero 13 de 1999
A pesar del guayabo, hoy salimos temprano a la ciclovía- se lo debíamos al cuerpo-, trotamos unas cuadras hasta llegar al parque donde nos gustaba desenguayabar: El Virrey .Ahí comimos mazorca asada en la calle. Charlie no quiso salir con nosotros, estaba como de farra todavía; éramos otra vez solo Alejo y yo, juntos, “relajados” y con mucho amor para dar.
Creo que las cosas van un poco rápido y el “viaje de cambio” esta perdiendo por completo su sentido, su significado; últimamente hemos sido solo Alejo y yo y nada más.
Hoy estuvimos en “el mercado de las pulgas” en Usaquen y luego en Unicentro, nos hacía falta recordar viejos, viejísimos tiempos. Nos comimos un heladito en Creppes & Waffles y luego entramos a cine de 6:00 p.m. Salimos alrededor de las 8:00 p.m. y caminamos por toda la 127 hasta llegar a la 7 para coger un bus que nos acercara a la casa de Charlie en la Macarena.
Tuvimos mucho tiempo para hablar de los dos y de lo que había sido hasta ahora nuestro “viaje de cambio”. Llegamos a la casa como a las 10:30 p.m.
A Alejo le pareció un buen plan para el lunes subir a Monserrate, mañana vamos para allá, la idea es ir a pensar... a meditar un poco, ahora si vamos a ir todos, es como un pacto de infancia que hay entre los tres. Pero antes hay que pasar por los Andes a saludar a Caro, mi mejor amiga y ex-novia de Alejo.
Hoy culmina nuestro día con un agua e´panela con queso que hace doña Miryam en la cafetería de la esquina, está riquísima.
Febrero 14 de 1999
Después de la larga y empinada subida hacia Monserrate y de las horas de meditación bajamos por el teleférico los cuatro... si los cuatro, Caro se nos pegó. No digo que esté mal, solo inesperado. No es que quisiera estar a solas con Alejo -Charlie es igual que nada, siempre ausente-, es solo que no me esperaba la compañía de Caro-line. Ya abajo, seguimos con nuestra conversación anterior y llegamos a analizar la posibilidad de quedarnos a vivir de nuevo en Bogotá, Alejo y yo, ¡como en los viejos tiempos! Bueno...Alejo, Caro y yo, ella tiene una habitación libre y los tres nos podemos acomodar ahí. Ella vive por la circunvalar con 74, en Rosales, la verdad vive muy bien y nos saldría muy barato vivir con ella.
Alejo y yo nos fuimos para la casa de Charlie a empacar para volver al pueblo y avisar nuestro viaje sin regreso, por lo menos eso esperamos. Ya estamos prontos a llegar a la casa de mi abuelita, donde seguramente nos recibirán con bombas, ponqué y regalitos.
Después de llegar donde mi abuelita Alejo va a caminar hasta su hogar y empacará todo lo que le falte. Lo que no nos podamos llevar nos lo envían después de que se les pase la rabia a mis papás y a los de él.
En unos 10 minutos aproximadamente, empezará otra historia y no sabemos de qué se tratará esta vez. En tan solo 600 segundos habrá que ponerle, de nuevo, la cara al destino para afrontarlo y, si es necesario, retarlo a sonreírnos siempre, cómo lo ha hecho hasta ahora... Creo.
Nota: Alejo no ha vuelto a tocar el tema de “nosotros”, debo recordarlo mañana en el viaje de vuelta para que lo hablemos. Si es que nos vemos mañana; no depende de mí.
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