Solamente un atrevido podría pensar, que con tal cantidad de líneas prejuiciosas e inicuas se pudiera hilvanar una historia que pareciera real, cierta; sin embargo todo arte duradero surge en primera instancia de la pretensión, de entrelazar las historias, vivencias, sueños discordes recuerdos, ajenas platicas; encontrar el punto natural donde se cruzan talvez, las amores y desamores que inundan el aire de una ciudad, todo aquello que no nos pertenece de la vulgaridad y cursilería de gente que ni conocemos; la tragedia que hacemos nuestra, el triunfo que envidiamos; sucede que tratando de saber, tropezamos con la autentica cepa de los ¿por qué?; el vengador más severo descubre al cabo de su afanoso plan para justificar el agravio, que reconocer el arrepentimiento y la crueldad de la conciencia, nos desinhibe y nos convierte en padres de una nueva afrenta, castigada así de la misma forma; la historia se justifica así; el Barón que Maximiliano hizo venir de una provincia caída en desgracia en Francia, usurpó su persona y autoridad, en búsqueda de un traidor que conspiraba contra el emperador, exageró sus continuos arrebatos de crueldad, sus errores, pero sin la envestidura de su majestad, su designios incontrolables, hurgó en el origen de las fortunas de los beneficiados por su esposa, puso en duda la lealtad de sus servidores más allegados y condenó a la horca a quienes no tenían una razón para traicionarlo, pensando en que sabrían donde se encontraba el fugitivo, nada de esto fue informado a su benefactor, a costa de la fortuna de éste lo hizo objeto de odio, por que no sabía donde estaba nadie, a menos que alguien se lo dijera, puso en peligro su imperio; una serie de trágicas decisiones de este hombre trajo la ruina de un imperio que se habría podido pensar eterno y de proporciones mas allá de la inmensidad.