Yo que nunca he vivido para nadie 
y que, sin embargo, permanezco en otros, 
convoco al olvido, a los gritos, 
para rogarle, al oído, una tregua 
y la paz (necesaria) para todos. 
 
Nacer para ser uno 
y ser muchos sin ser nadie. 
Tener el gusto dulce del azúcar, 
disuelta, perdida, presente, 
en el fondo del un cocktail 
de mil sabores. 
 
Y 
yo que nunca he vivido para nadie, 
y que, a desgano, estoy en todos, 
callo para siempre, 
por clemencia, 
por decencia y por cansancio. 
 
Porque ser nadie 
siendo muchos 
me hace picar mucho la cabeza. 
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