Nos dijo en clases que debíamos aprender a controlar el esfínter. Además de cagarme los pulmones pausadamente con el cigarro, el viejo que me tocó como profesor este semestre en un azar desafortunado del destino, quiere cagarme por dentro y que aguante la orina. Está enfermo este weón. No estoy interesado en ocupar pañales para adultos a los 30 años, aunque tampoco pretendo llegar a esa edad. Además el hijo de puta me llamó loco frente a todos lo que provocó una explosión de risa instantánea. Puta que estaba enojado. Si hubiese tenido cualquier cosa cortante en las manos, hasta un puto sacapuntas, lo torturo hasta que se mee en los pantalones pidiendo clemencia. Hasta dibujé aquella macabra escena en mi cuaderno. Pero no se puede. Si me meto con ese desgraciado me estaría condenando al infierno y probablemente tendría que dejar la carrera. Tiene poder y sabe como ocuparlo, humillando al resto mientras acogemos sus insultos calladitos como corderos. Lo único que nos importaba, a mí y a mis amigos, era pasar el curso lo más rápido posible. Pero las clases desde las 5 hasta las 7 de la tarde con ese viejo maricón hacían la misión más imposible. Que mierda. Al menos conocimos a una compañera que ya había pasado el ramo y nos estaba ayudando con los trabajos cabrones que nos daba. Sabía muy poco sobre ella, pero realmente era simpática. De ves en cuando nos íbamos caminando juntos después de clases hablando weás incoherentes. En la tarde, el viejo maldito dio una noticia: una alumna de su antiguo curso se había suicidado ayer en su casa. Había dejado una carta en la cual se despedía de su familia y amigos. Mencionó su nombre y supe en ese momento que era ella. Mis amigos me miraron asombrados. Uno de ellos se acercó y me dijo “puta weón… ¿y ahora quien mierda nos va a ayudar con los trabajos?”…

[ Todo es interés… ]