Y nunca estuvo tan liberal, tan fresca,
la acompaño hasta el final, así de cerca,
su labio humedecido, nervioso,
lo invitó a un paseo libidinoso.
Caminaron en lo oscuro tropezándose, besándose
hasta llegar a la cama abalanzándose, tocándose,
la desnudó con el sólo toque de boca en su pecho,
ella no advirtió que es lo que había hecho.
Fue cuando estuvo tan liberal, tan fresca,
pero su piel al igual que su cara estaba reseca,
es por esta rara resaca, que se destaca,
de esa gran botica romana, afrodisíaca.
Sobre su cuerpo él inició a moverse,
gritos, desmanes, ella empezó a excitarse, quererse,
él comenzó atreverse, de su deuda cobrarse,
intentó no escuchar para no asustarse, quebrarse.
Entonces estuvo tan liberal, tan fresca,
nunca se había sentido tan bella, tan ella,
la había tomado del cuello llorando,
lo aceptaba queriendo, amando.
De tal daño él comenzó a arrepentirse,
sus ojos y su faz comenzó a teñirse,
del carmesí del que sólo un colibrí podría servirse,
o hasta incluso querría enloquecerse y enamorarse.
Entre sábanas estaba tan liberal, tan fresca,
la soltó por poca misericordia que ella merezca,
ella necesitaba morir por un motivo que él sabe cuál,
tenerlo siempre por más que fuere tal decisión brutal.
Lo logró, ahora le pertenece,
en su mente estará, con sudor a muerte,
Y nunca estuvo tan liberal, tan fresca,
la acompaño hasta el final, así de cerca.
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