Avaricia
Ándele escuincle camínele rápido. No me digas que ya te cansaste. No fuera para jugar porque ahí si que no te cansas. ¿Y esa cara que? A mi no me hagas esas caras he, órale mejor sigue caminando. Saliste como tu padre, flojo a más no poder. Los flojos se mueren pronto, igual que tu padre. Y lo peor es que la dejan a una con deudas hasta del funeral. Pero ni creas que voy a dejar que tu seas igual he. Tú le vas a chingar y duro pa´ que podamos vivir como gentes. Y ni voy a dejar que tengas novia porque ya me di cuenta que las mujeres te apendejan toditito. Pero camínale, camínale, que aun nos falta mucho por recorrer y no vaya a ser que cuando lleguemos ya hayan repartido las cosas.
-¿cuales cosas ama?
-si serás, si serás, pos las de tu abuelo de quien mas.
Tú no entiendes nada, por eso siempre vamos a ser jodidos, porque no sabes de las cosas que tienen valor en este mundo.
Segurito tu pinché tía la encajosa esa ya escogió las mejores cosas, segurito, segurotas. Si ya la estoy viendo ya agarro la tele y el radio la cabrona. Pero esta pendeja si cree que yo me voy a dejar. Mis demás hermanos porque son zonzos pero yo niguas, ya veras ora que lleguemos la que le voy a armar por aprovechada. Y le quito la tele, me canso que se la quito.
-pero ya tenemos tele mama.
- te digo no eres mas pendejo porque dios es grande. Suerte tuve en que no salieras retrasado pero poco falto he. Nunca sobra una tele. Se puede vender o cambiar por otras cosas.
- pero es la tele del abuelo, ¿como la vas a vender?
- pos como se venden las cosas, la ofreces y alguien la comprara.
Ya casi llegamos. Que te dije, ¿si te acuerdas mocoso?
- si mama.
- ¿haber que te dije?
-que entre llorando y con cara triste
-vaya por fin te acuerdas de algo. Haber muéstrame la cara que vas a hacer. Mas triste como si deberás sintieras feo que tu abuelo se haya muerto.
-pues si siento re feo ma.
- pues no lo parece esfuércese mas mocoso. Ya llegamos. Vamos a entrar.
Maria entra a la casa de su padre que yace en su cama, donde están sus hermanos; algunos aun llorando por su muerte. Un hombre de 65 años que aun se levantaba todas las mañanas para ir a trabajar, que todavìa podìa arar la tierra y mantenerse por si mismo, él decía que cuando uno ya no puede trabajar, tampoco es digno de vivir.
Maria se hinca a su lado y comienza a tirar lágrimas sobre el cuerpo inerte de su padre, al mismo tiempo que lo despoja de una cadena de oro que trae en el cuello.
-Papá, no me dejes, que voy a hacer sin ti. ¿Quien me va a ayudar pa´comer?
El funeral de Rosendo Pérez esta preparado para las 3 de la tarde de ese día. El viejo había preparado lugar en un panteón para cuando este momento llegara.
Rosendo no era estimado casi por nadie, aun a pesar que cuatro de sus hijos vivían en su casa, y que el prácticamente mantenía a cada uno. Sus hermanos lo visitaban con poca frecuencia, y solo cuando necesitaban de alguno de los favores que sabían que el viejo podía proporcionar.
En la escena del llanto y los arrepentimientos falsos por parte de la familia, aparece una de sus hermas aun con vida Pánfila Pérez.
- ¿Hay café todavía?
- Si tía, se lo traigo enseguida.
- ¿como falleció?
- estaba durmiendo y ya no despertó, fue un infarto, así por lo menos no sufrió mucho
- si porque te acuerdas de tu tío nacho? A el si que le fue mal, el pobre estuvo seis meses ya sin siquiera caminar y hasta le tenían que dar de comer con una de esas como se llaman?
Zonda creo que les dicen.
si lo recuerdo, pero cuando murió ¿usted no fue al velorio o si tía?
Como iba yo a ir hijo, y menos después de cómo me trato. Mira que andarme cobrando unos centavos que le debía, de donde le iba a pagar, quesque los quería para medicinas, ya pa´ que, él ya sabia que se iba a morir y pues a mi me hacían falta esos centavos pa´ comer.
Por lo menos hubiera ido a despedirse de él.
¿Oye y tu Papá dejo testamento Pedro? Ya ves que ahí en su cuartito siempre tenía reteartas cosas y también dinero.
No mi padre no dejo testamento, ya buscamos por todo su cuarto y nada, encontramos algo de dinero y unas hojas para cobrar seguros de vida. Pero pos ni sabemos donde se cobran esas cosas.
yo no se de eso de los seguros, nada mas no les digas a todos tus hermanos porque así pues te puede rendir ese dinero a ti, al fin pues tú lo encontraste ¿no? ¿Porque lo tendrías que repartir?
Oye Pedro -se oyó una voz a la distancia- ya llego doña remedios para los rezos
Ya voy, tía vamos a rezarle a mi papá. ¿gusta acompañarnos?
Si me gustaría hijo, pero tengo que ir a otro lado, ya ves que yo siempre ando bien apurada.
Doña remedios era la vieja chismosa del pueblo y una completa fanática del catolicismo, no había un rezo que ella no se supiera y sepelio al que ella faltara. Siempre queriéndose enterar de todos los por menores de la situación de la familia para luego informar de ello a todo el gentío.
El cuerpo fue trasladado al panteón en una carroza fúnebre vieja y despintada que mostraba una corona de flores en la parte trasera, tras ella viajaba un autobús con la gente que iba a darle el último adiós a Rosendo.
Era un día normal como cualquier otro de primavera. El sol brillaba tanto que quemaba la piel. El cielo limpio con una que otra nube asomándose tímidamente y el aire calido y poco veloz que parecía el último soplo de vida de Rosendo.
Cuando se hubo llegado al panteón, se localizo el terreno dispuesto para el entierro.
-he venido a darle la bendición al difunto antes que lo entierren.
-padre con todo respeto nosotros no solicitamos sus servicios.
-me llamaron hace tres horas hijo indicándome el nombre del panteón y del difunto.
-¿alguien llamo al cura? ¿Alguien le dijo que viniera?
-yo fui Fulgencio
-doña remedios ¿usted va a pagar?
-y yo de donde, yo namas lo hice porque es lo propio. Para encomendar al difuntito con dios, suficiente es que haya sufrido aquí como para que no llegue al cielo.
-¿y entonces quien pagara mis servicios hijo?
-pos no se padre, pero ya esta aquí. ¿Ya que le cuesta echarle su bendición?
-hay hijos ¿y así quieren llegar al cielo? ¿Qué para ustedes no vale nada la salvación de un alma?
-pos si padre pero que le hacemos si no hay nada.
-hagan un esfuerzo entre todos los presentes para que esta alma reciba los santos oleos y pueda irse en paz hijos.
-pos con o sin los santos oleos lo vamos a enterrar ya. Así que si no le va a dar la bendición hágase a un lado padre.
-pero Juan ¿como vamos a enterrar a nuestro padre así namas?
-y que hacemos Sonia, si no hay y el padre no quiere hacerlo sin dinero.
-ándele padrecito, no sea malo; recuerde que también su alma tiene que ser salvada.
-¡hay hija! Esta bien, por esta vez lo haré, pero recuerden que su alma va a pagar esto.
Bueno pos ya se murió, ahora que sigue –dijo Maria ya en casa del difunto reunida con sus hermanos-. Creo que lo mejor es repartirnos las cosas asegun lo que necesitemos.
- y tu que necesitas Maria? si ya tienes hasta casa.
- siempre se necesita algo Pedro cuanto mas para estos tiempos de vacas flacas
- pos en mi casa faltan platos Pedro igual y si es lo mejor repartir esas cosas, al cabo ya muerto ni se va a enterar que le paso a todo lo que tenia.
- tu también Fulgencio? no mas falta y te quieras llevar las tablas de la casa.
- ya lo había pensado, pero mejor me vengo a vivir pa`ca al cabo que pos tu ya te compraste un terrenito y la mera verdad yo ya no quiero estar con mi suegra, esa vieja me saca de mis cabales figúrate que le dijo a mi mujer que me vio con la Susanita, y mi vieja se lo creyó.
- pos yo también te he visto hermano.
- si pero que tiene que andar metiendo su cuchara donde no la llaman.
-pero no te vas a llevar nada y ni vas a vivir aquí, la casa es nuestra.
-No Juanillo, te equivocas, la casa es de mi padre y ya muerto las cosas son de nadie, corrijo las cosas son mías.
-una cosa te digo Fulgencio, no te las llevas antes yo muerto que te las lleves.
-pos si de eso tengo ganas desde hace años, mira que robarme la mujer, y te dices mi hermano. No mas esperaba que se muriera mi papa para poderte ajusticiar. Así que mejor ni escojas nada que ya mañana ni vivo amaneces.
-vas a seguir ladre y ladre o me vas a morder maldito perro rabioso –respondió Juan ya sacando el machete y lanzándose contra su hermano.
Fulgencio saco una pistola y disparo mientras su hermano se acercaba – mira nada mas, así te quería ver, revolcándote de sufrimiento, y a cualquiera que quiera llevarse algo horita, no mas dígame pa`que también lo llene de plomo.
Todos retrocedieron y se metieron a la casa del difunto.
a la mañana siguiente Fulgencio llego con amigos y compadres para despojar de la casa a sus hermanos que vivían allí, pero cuando estaba a unos diez metros se escucho un disparo dentro de la casa, sin darle tiempo siquiera voltear, de pronto su pecho comenzó a teñirse de rojo mientras el caía presa del impacto fulminante. Sus amigos y compadres emprendieron la huida y nada mas se supo de ellos.
Sonia soltó la escopeta temblorosa después de ver lo que había hecho. Inmediatamente salieron su hermano Martín y su esposo Pablo a levantar el cuerpo antes que la policía del pueblo comenzara a averiguar algo, cosa complicado ya que la casa se situaba fuera del pueblo porque al viejo no le gustaba la gente. Lo enterraron en el patio de atrás bajo la sombra del naranjo que había sembrado el difunto al lado de su padre.
De aquel hecho culparon a la mujer de Juan, pensaron que había sido en venganza por la muerte de su marido y se la llevaron lejos para encerrarla de por vida, dejando a sus hijos en el desamparo total. Esto se supo cuando la policía busco a Fulgencio para encarcelarlo por la muerte de su hermano. Al no dar con su paradero culparon a la mujer de su desaparición.
Pos cuñao ya hay dos menos para repartir lo de tu padre, -dijo Pablo a Martín mientras cerraban la fosa que habían hecho-.
-No cuñao te equivocas –y sacando el machete le dijo “son tres menos”.
De nada sirvieron los gritos de Pablo pidiendo ayuda a su esposa que estaba dentro de la casa, porque en el mismo instante que el recibía tremendos machetazos por todo el cuerpo hasta quedar en trozos, su esposa dentro de la casa moría a manos de Héctor, que hasta el momento era el único que no había opinado al respecto de los bienes del viejo, pero que una noche antes había planeado con Martín la muerte de su hermana y de su cuñado para quedarse con todo. Héctor había llegado justo cuando Sonia estaba fuera de si por el impacto que le causo matar a su hermano, rezándole a Dios que la perdonara hincada frente al cristo que colgaba de la pared había prendido una veladora y pedía perdón viendo el techo de lamina, como si pudiera ver al cielo a través del mismo. Héctor tomo un trozo de mecate que colgaba de la pared y se acerco sigilosamente a su hermana tomándola de espaldas. Paso el mecate por arriba de la cabeza de Sonia y tiro fuertemente de el asfixiándola lo mas rápido que podía. Sonia pataleo y quiso ayudarse con sus manos para quitar el mecate del cuello pero sus intentos fueron en vano, tardo poco en dejar de respirar, pero para Héctor era una eternidad. –Ya muérete desgraciada- le gritaba mientras apretaba más y más el cuello de su victima. Cuando la arrastro al patio para enterrarla junto a su otro hermano y su cuñado fue sorprendido por Martín que le asesto un golpe en la nuca con el zapapico que había hecho el agujero, el pico quedo clavado en la nuca de Héctor, soltó el cuerpo de su hermana y cayo de inmediato, tuvo una muerte instantánea, pero aun así Martín lo seguía pateando cuando estaba tirado en la tierra, lo escupía y le gritaba injurias.
-Que dijiste mi hermano me perdono, no Héctor eso nunca se perdona – y lleno de rabia lo pateaba en todo el cuerpo- eso no se hace hermanito, mira lo que te paso por hacer eso. Por destruir a la familia. Te seguí el jueguito no mas para que pensaras que yo no sabia nada, pero me la iba a cobrar. Mira que envenenar al viejo, no mas porque no quiso darte el dinero para invertir en ese negocio que según tu te iba a volver rico. Cuando Martín termino de sacar su coraje, el rostro de su hermano estaba totalmente desfigurado por las patadas y la piedra que Martín le dejo caer encima. Enterró a todos los difuntos recordando la suerte que tenia de que su hermana se acabara de casar y que aun no tuviera hijos –la de gritos que hubieran soltado los chamacos, y luego los hubiera tenido que matar a todos, mejor así-.
Pedro caminaba desde su casa en el pueblo hasta las afueras del mismo donde se encontraba la casucha de su padre, mientras hacia el largo recorrido meditaba acerca de cómo estarían sus hermanos después de la muerte de Fulgencio y como tomarían el hecho de que iba a pedirles ayuda económica para poder enterrarlo. Llego por el patio trasero donde se encontraban las cenizas que eran huella de una fogata aun humeando que estuvo encendida durante la noche, Pedro nunca imagino que lo que se quemo la noche anterior hubiesen sido las ropas y demás pertenencias de sus hermanos ahora muertos. Le dio la vuelta a la casucha para dar con la puerta, entro sin avisar y descubrió a Martín aun durmiendo presa de la fatiga provocada por arrastrar los cuerpos hasta en el patio y enterrarlos. Pedro miro alrededor y supuso que como era domingo los otros habían concurrido a la misa como cada semana a las nueve de la mañana en la iglesia del pueblo. se sentó en una silla dispuesta en un rincón aguardando la llegada de sus hermanos. Saco de su funda un revolver que usaba para matar conejos, ya que su escopeta estaba descompuesta. uso su pañuelo y comenzó a limpiar el arma minuciosamente queriendo matar el tiempo en lo que esperaba el regreso de sus hermanos. Martín despertó escuchando el leve silbido de su hermano, abrió los ojos y miro de reojo a Pedro. Sintió un escalofrió recorrer su cuerpo y comenzó a sudar haciéndose el dormido aun. Estaba anonadado sin saber que hacer, su cabeza daba vueltas, su cuerpo temblaba, sabia que era su fin, que su hermano aguardaba paciente a que despertara para no matarlo a la mala como él lo hizo con su cuñado y su hermano. Sabía que Pedro había encontrado los restos de la ropa en la fogata y después de ver la ropa descubrió la tierra todavía blanda con los cuerpos sepultados, de pronto una idea, miro nuevamente a Pedro de reojo y mas que poner atención en su persona lo hizo en su arma y noto como él lo esperaba que mientras limpiaba la pistola la tendría descargada. supo que era su única oportunidad agarrarlo de sorpresa.
-¿Pero cómo?- pensó luego de un instante, el rifle estaba hasta la pared, no le daría tiempo de pararse a tomarlo, además no sabia si el rifle estaba cargado. No tenía más opciones lo tenia que hacer. Tenía que tomar valor y arriesgarse, era el todo por el todo, solo había que esperar el momento justo un descuido, algo que le diera el tiempo suficiente y tenia que ser pronto antes que su hermano cargara el arma nuevamente. Demasiado tarde, Pedro tomaba las balas y comenzaba a colocarlas una a una en el revolver mientras se mecía lentamente en la silla, su silbido cada vez se escuchaba más agudo y penetrante en la cabeza de Martín que sabia que esta vez ya no tenía ninguna oportunidad. Sentía nauseas en aquel momento y no quería abrir los ojos nuevamente a sabiendas que en cuanto eso pasara dejaría de existir. Un ruido fuera de la casa interrumpió sus pensamientos una campana sonaba y se escuchaban herraduras cada vez más cerca. Pedro se incorporo de la silla, volteo a ver a su hermano y salio de la casa a asomarse quien era.
-haber echeme dos litritos de aguamiel, que ya se dejo venir el calor mi amigo.
-si como no, pega re duro a estas horas –decía él vendedor mientras despachaba en una bolsa la bebida para su interlocutor-.
-¿Cuanto le debo mi amigo?
-Diez pesitos patrón.
-Hora no mas, y porque tanto.
-Que pasó mi amigo si esta rebarato, alla en el pueblo lo doy a quince.
-esta bueno aquí esta.
Entró a la casucha viendo hacia el techo bebiendo el pulque por un agujero que le habia hecho a la bolsa, de pronto escucho el corte de cartucho y volteo al frente para ver como su hermano le apuntaba con una sonrisa en los labios.
-Mira no mas Pedrito, la de vueltas que da la vida, hace un momento pensé que tú me matarías a mí. -Y cuando terminó la frase disparó a quemaropa, sin dejar siquiera que Pedro descubriera las muertes de sus hermanos y ni el motivo de la suya.
Supo Martín que ya no podía quedarse por más tiempo en aquel lugar, ni siquiera a enterrar a Pedro. Tomó lo más que pudo de la casa y se montó en una yegüa en la que emprendió su partida.
Maria llega dos días despues a la casucha con el proposito de reclamar su parte de la herencia, al entrar ve en el piso el cuerpo putrefacto de su hermano, lo brinca con cuidado para no pisarlo le da una breve bendicion y despues va a lo suyo. Toma el televisor viejo que pertenecia a su padre y el radio, los envuelve en una cobija y sale de la casucha a toda prisa para venderlos en el pueblo. Camina de tienda en tienda ofreciendo los aparatos, pero nadie se interesa por ellos. Regresa a su casa.
-a ver escuincle vayase y diagale a todo el que vea que ando vendiendo tele y radio, les dice que baratos pa´que alguien se interese. El niño salio y regreso con un gendarme.
- a mi me interesa el radio y la tele Maria, pero lo que mas me interesa es saber como los conseguiste o mejor dicho a que costo, ya encontramos los cuerpos de tus hermanos, incluso el de Martín, asi que comienza a hablar...
|