Cansado, pero con la certeza de que antes de media noche, la enfermedad psicológica a la cara de un planteamiento sin futuro, me despertaría y me mandaría a un camino de urgencias, donde la humedad y varias páginas de un libro ya muerto, serian mis fieles extremidades durante varias horas de la madrugada.

En el camino de la consolación, con la esperanza puesta en otros ojos, reviento las ratas que se cruzan en mi camino, dando una explicación mediocre hacia las personas que más quiero, pero después, hago la ignorancia al más desgraciado, y de fondo, solo el tenue calor de unos fluorescentes, reflejados en unos adoquines mojados.

Me introduzco en un mundo de desgraciados, donde ahora, yo me siento un miembro más, viviendo en segunda persona, pero entre cristales, la desgracia de los que llaman mis hermanos.

Pasa el tiempo gris, y el sueño comienza a florecer entre contextos de conquista y locura, la conquista de un mundo con razón, que no era tan nuevo, y la locura de una señorita morena, de aspecto aristócrata; que en sus pies, fluye una desagradable melodía, que agudiza el que todo lo tiene, pero que hace tiempo que lo perdió, y solo le queda las risas al exterior, ya que por dentro hace tiempo que murió.

Entre cristales, el público era poco sensible, solo se preocupaban de pasar la madrugada, pero también de la desgracia del que se encuentra entre muerte y enfermedades no sanas…

Sin perder la razón, me adentro en la corrupción de la madrugada, con el beneplácito de los elegidos, y a la espera de una mirada de apertura a mis pasos, para aconsejar al acabado, en un mundo de sueños limpios, donde tu peor noticia es la muerte, sin oportunidad de salir un otoño más, a las garras de nuestras vidas.



Y dejo atrás la base de mi vida, entre lágrimas que saben a esperanza, con la frialdad del débil, que poco a poco esta cayendo en la soledad más profunda, aferrándose a la noticia esperada, aunque en realidad no es lo que espera, subiendo a pulso entre dedos la botella de la desconfianza.



El final estaba próximo, pero sin fatalidades, el camino me esperaba, pero ahora lo haría totalmente solo, en una noche que no prometía exilios, sólo eternidad mirando tus ojos...



He puesto en juicio las palabras del blanco, valoradas por la sangre del círculo unitario, que formulado su estado, hace dormir entre sueños de pausa, con miedo a apagarse las estrellas, en una noche infinita.

Bienvenidos a lo hermético de mi sala, donde os complazco con los giros y melodías de una muñeca de época.