Lo había visto desnudo andando por la calles. Está loco, pensé. Pero cada día lo veía desnudo por las mismas calles. Una tarde decidí llevarle un poco de ropa. Lo alcancé y se lo di. Gracias, me dijo el loco. Se lo puso y continuó caminado hasta perderse de mi vista. Me sentí bien por este acto de buena voluntad. Pero al día siguiente lo vi por las calles nuevamente desnudo. Salí, lo alcancé y le dije qué le había pasado, y qué había ocurrido con la ropa que le di. Me la robaron, respondió. Espera, le dije. Entré a mi casa y nuevamente le di otro poco de ropa. Se la puso, agradeció y se fue.
Fue muy gracioso verle al día siguiente desnudo por las mismas calles. Iba a salir pero decidí que no, que menor lo dejaba así, total, parecía vivir más feliz que yo... De todas maneras salí a la calle y lo saludé. Hola, respondió a mi saludo, y gracias por tus ropas. Por nada, le dije... Ya estaba alejándome cuando comencé a mirar a toda la gente que me rodeaba y noté que todos tenían los ojos lejanos, perdidos en miedos e ilusiones. Las caras parecían estar embarradas por anhelos y recuerdos. Me sentí desnudo al igual al loco de todos los días. Continué caminando y llegué a mi trabajo... Y mientras laboraba tuve un entendimiento de que mientras mas simple es la vida que llevo, uno vive mejor, y si se vive mejor es que se vive el presente, el aquí y el ahora...
San isidro, octubre de 2006
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