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Mis dedos acarician con suavidad, como de puntillas, apenas un delicado roce, sin brusquedad, mis muñecas flexibles y las palmas sobre su piel. Trasformo entonces esa caricia que descendía por su suave bello y juego sobre el mismo punto, casi cosquilleando, hasta terminar en el azul de su camiseta.
La otra mano, la izquierda, apenas se mueve; palpa y traza círculos sobre la superficie en un lentísimo masaje, casi levitando, como si quisiera sentir el calor de una piel sin llegar a tocarla. Esa mano debe continuar así, levitando. Ella forma el dulce tejido que envuelve su cuerpo.
No sé lo que ella esperaba o deseaba: perdí la noción elemental que nos diferenciaba. Las dos nos sentíamos una sola.
Miraba con intensidad, pero no lo hacía hacia mí: se detenía en mis manos y, de tanto en tanto, en mis ojos. Cada vez que esto ocurría, los penetraba como ventanas abiertas y se interesaba por algún punto concreto detrás de mi mirada.
Entonces me levanté y la besé.
Escondí mi cara enrojecida. Me moría de vergüenza por lo que había hecho.
Se acercó a mí. Apartó mis manos de mi rostro y me dió un beso en la mejilla. Sentí su aliento en mis ojos. Dulce.
Permanecí un rato mirándola hasta que la vi sonreír.
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Texto agregado el 22-10-2006, y leído por 148
visitantes. (4 votos)
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Lectores Opinan |
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31-10-2006 |
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Besos, deseos, mimos, en dos personas que se gustan, se desean, se atraen, sin distinciones de sexo***** monica-escritora-erootica |
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25-10-2006 |
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Hmm podria interpretarla de muchas maneras .. la primera es obvia, pero puede que no ... o quiza si ... las cosas no siempre son lo que aparentan ••••• esme_ralda |
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24-10-2006 |
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Un prodigio de sensualidad para derretir el invierno que nos llega luigghi |
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