- ¡Ana! ¡Qué alegría verte! Si estás como hace 50 años, no has cambiado nada.
- Hola. ¿Nos conocemos?
- ¿No me recuerdas? Soy Ricardo, fuimos novios...
- ¿Ricardo....? Pues no, no te recuerdo.
Ana había olvidado por completo a aquel joven que la ilusionó durante tantos meses y que un día sin saber como ni por qué desapareció. Ella lo había amado de forma intensa, desbordándosele el alma con cada beso, con cada caricia.
- Hola. ¿Qué tal estás? – le dio un beso, la cogió de la mano y caminaron– .
Ella había buscado entre sus recuerdos, entre sus viejas fotos, entre sus diarios, había preguntado a sus familiares y amigos. Encontró a Ricardo en un rincón de su alma, había tenido que reconstruir la historia a base de la memoria de otros.
- ¿Sabes, amor? Te amaba tanto, que cada día volvía a construir tu cara, tus manos, todos los momentos que vivimos.... ¿Recuerdas la escalera donde nos conocimos? La de madera labrada. ¿Ves que ahora está totalmente lisa, sin ningún dibujo? Se quedó sin ellos de tanto subir y bajar, de tanto pasar.... Eso le pasó a mi memoria, de tanto evocarte te desvaneciste de ella....
- Bésame...
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