I
detrás de la imagen que se pierde
existe un reflejo que nos observa
con una mirada como la del agrio jueves
que deposita sus gotas de rocío
sobre las mejillas de una noche cualquiera.

II
vivimos des-encontrándonos
sabiendo que la nada duerme en los rincones
sin más que muerte para regalarnos
con la metafísica de nuestras manos
desfondada en las pupilas de algún otro:
una copia de nuestra soledad
igual al silencio de los días.

vivimos perdiendo la llave que abre la angustia
pero todos morimos sabiendo
que un dios ciego nos regalará
al final del camino
un pasaje de ida al exilio.

III
la materia no es materia
sino un gramo de inexistencia,
como aquella para retratar el vacío
en la contratapa de una postal oxidada.
la materia, si se enfrenta al espejo,
vuelve desintegrada y moribunda
regresa de la vida entre las cejas
retorna murmurando entre dientes
lo que ha aprendido:
que nada se transforma
y que todo debe perderse.

IV
a la salida de algún túnel gris
de la mano de nuestro otro-ser
pereceremos ofreciendo
las últimas dádivas de lo muerto
y anotando en un libro de mano
que el hombre es uno solo
esté multiplicado o dividido
en varios reflejos impares
o, simplemente,
el hombre es:
la fé de érratas de lo que no fue
ni será nunca.




Publicado en mi poemario "La materialidad del poeta"