Todos ellos iban guardando fila ante la taquilla del " Viaje eterno". Allí recibían un billete que siempre suponía una sorpresa. Sabían que a cualquier sitio que les enviaran iba a ser un viaje a la felicidad, ese trofeo que tanto habían buscado en vida, y que sólo habían encontrado por instantes.
Cuando llegó ella, preguntó que si se podía elegir, a lo que le contestaron que no, porque uno solicitaría los mejores sitios; pero no se dio por vencida e insistió diciendo que el lugar que ella iba a pedir no lo quería nadie. Y era cierto, pues en los cementerios sólo quedaba el maltrecho cuerpo, nunca lo habitaban las álmas.
Al fin le prestaron atención y decidieron darle el destino pedido. El taquillero pensaba que ni la muerte la había quitado la locura, pero nada costaba cederle un lugar deshabitado.
Ella se sintió feliz en esa soledad gris de aquel cementerio de pueblo. Se sentaba a recordar alguna anécdota de las que en vida le pasaron. Allí, a veces, acudían un grupo de niños buscando huesos de burro. Pensaban que los que estaban a los alrededores del lugar, pertenecía a esos animales. El álma los tomaba del suelo y se los daba sabiendo que serían devueltos nada más que intentaran guardarlos en casa.
Así dejaba pasar las horas, entre recuerdos y visitas esporádicas de niños buscando el misterio. Era curioso que al verla no sentían miedo, y siempre volvían a visitarla. Sólo tenía un deseo, aun después de la muerte era capaz de desear como un humano. Esperaba encontrarle, ella nunca desechó su sueño en vida, pero parecía que ni en el país de la perpetua felicidad iba a conseguir lo que tanto anheló en vida.
En una de las visitas, una niña de mirada melancólica se acercó a preguntarla su secreto. Sabiendo que no la entendería, le habló de un sueño perdido. Enseguida se iluminó la sonrisa de la niña llenándose sus ojitos de chispas. La pequeña se consideraba una brujita capaz de cumplir los deseos de los tristes. Le aseguró que lo desearía tanto, que su sueño sería cumplido.
No había pasado un día completo, cuando entre la densa niebla se dibujó una figura que se acercaba a ella feliz. Fue tal la intensidad de su sentimiento, que si se descuida vuelve a la vida. Allí, en ese eterno abrazo, cayó todo obstáculo, toda zancadilla que la vida se había propuesto poner...
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