No hacía mucho se había convencido que eso no era vida para él. Se había encontrado en esta situación muchas veces antes de decidirse por huir totalmente. Incomodidad extrema. Desde hacía un tiempito, cada vez que le prendían el televisor se le estremecía la piel y una culebrita friísima subía por toda su espina dorsal hasta explotar al borde de su nuca. Los ojos se le cegaban muy a menudo y emitía sonidos que, pese a que perturbaran al borde de la locura a los demás, le ayudaban a alejarse de esos ruidos horrendos de la calle que tanto espanto le producían.

Consuelo había notado la actitud en su hijo, pero tardó mucho en convencerse que debía examinarlo. Es que era tan pequeño que no se imaginaba cuál podía ser la razón de su cambio de estado de ánimo. Parecía un niño tan normal. Un día lo escuchó gritando en la sala como un demente, y sólo pudo llegar a él tapando sus oídos con ambas manos. Corriendo lo agarró en sus brazos y Chuito, después de haber luchado para que ella no lo tocara, cayó rendido en su pecho, completamente sudado y con un mal sabor en la boca que lo atormentaba. Luego, quedó suspendido, como flotando en una esfera de aire, en un estado que Consuelo solía describir como comatoso. No entendía cómo era tan repentino su comportamiento y cómo se iba acrecentando cada vez más. Luego de ese día no lo volvió a recuperar.

-“¿Entonces no tiene usted idea de que puede estarle sucediendo a mi hijo? ¿No hay otra solución?”
-“Señora su conducta es muy natural en niños sensibles. No entendemos con exactitud el porqué de su resolución, pero no es el primero, ni mucho menos será el último. ¿Sabía usted que el porcentaje de niños autistas ha aumentado en los últimos años casi cuatro veces?”
Una gota de baba colgaba de la boca de Chuíto mientras su mamá discutía con el doctor.
-“Ajá…¡¿Y qué carajo se supone que me importe eso?! Llámeme insensible, pero alguna solución tengo que encontrar.”
-“No lo haga. No la hay.”
-“¿Y cómo me puede decir eso así? Tan frío, metódico, inhumano…¿No suponemos que la ciencia haga lo mejor para todos?”
-“Señora, no la hay porque son ellos quienes escogen escapar, quienes se enajenan de todo buscando una solución más allá. Allá a donde la ciencia nunca llegará. Allá, consiguiendo que todos queden solo atrás y que ellos se sientan lo suficientemente seguros para continuar en un mundo. Aparte, sin contaminación social. Están, pero no están, ¿entiende?”
-“¡Pero es que esto no puede ser! Ha de haber una manera de traerlo de vuelta. ¡Dígamelo! Seguro que usted sabe cómo hacerlo.”
-"Sí, si sé. Déjelo en paz. Y busque una solución para este mundo loco."

Chuíto seguía con la mirada perdida en el aire. Su madre resignada se marchaba de la oficina con los ojos a punto de estallar en lágrimas. No entendía cómo un niño de su edad iba a comprender cómo funcionaba el mundo. O más bien, cómo no funcionaba. Chuíto a su lado. Ella consumida en el dolor más profundo sintiendo que el corazón se le comprimía hasta ahogarla. Y justo saliendo a la calle, una mano pequeñita apretó la suya, alentándola a no sucumbir ante tan extrema tristeza.
-“No te preocupes. Mami no va a volver a ser tan incomprensible.”
Consuelo sacó un pañuelo y limpió el hilo de baba que chorreaba del mentón de su pequeño bebé.



(UN ACERCAMIENTO MAS PARA TRATAR DE ENTENDER A MI HERMANO...)