“Las mismas palabras de siempre. Al parecer todo deambula en torno a una realidad que por un lado nos sorprende, pero que por otro nos resulta tan natural como los modelos implícitos de nuestro ser.
¿Que será eso que estamos buscando? Palabras que se borran al segundo de ser escritas debido a la inconsistencia aparente con los fonemas propios.
Tranquilidad. Así fue como comenzó todo, así fue como empezaron a borrarse los vocablos.
Así principiaron las mismas palabras de siempre, la realidad sorprendente, natural, todo lo cuestionable en torno a lo que buscamos, todo se borra nuevamente.
Aquí el ser se pregunta que es lo que quiere, si es que lo que quiere está íntimamente relacionado con lo que aborrece, rechaza. La contradicción inherente al ser humano requiere de herramientas sutiles para ser desenmascarada. Desenmascarada en si misma y en lo que no reconoce como parte de ella.”
Dicho todo esto, desde lo intangible a lo visible, hace su aparición la crítica, imagen grandiosa de la dualidad del ser humano, con fuego vivo en el alma, pregonando lo que no, rechazando la aceptación. Es ella quien antes ha tomado la palabra, hablando desde la oscuridad, y ahora dejando boquiabierto a cada oyente hijo de la misma, como cuando el primogénito reconoce a su ascendiente, sorprendido por el parecido de si mismo, validando el ser hijo.
Provocando la erupción de la contradicción, con voz melodiosa gesticula su conclusión final:
“Hablamos desde donde nos contradecimos”
Dicho todo esto, deshace su aparición, tanto intangible como visible, la crítica.
En medio del alboroto, el hijo principal de la última permanece inmóvil reflexionando en torno a lo oído y vislumbrado. Cree en el buen sentido de las palabras, por lo que anuncia a los demás su punto de partida hacia lo que desconociendo, acepta. Comienza el razonamiento.
¿Qué será lo que quiere expresar esa voz interior? ¿Será la vida tan compleja como lo que ahora me cuestiono, o será la respuesta la nada? ¿Será necesaria alguna respuesta? ¿Será necesario el cuestionamiento?
Sorprendiendo a cualquier modo de respuesta basada en argumento tras argumento, el hijo que no entiende y la vez entiende lo que su progenitor admite, al parecer encontró el punto de partida que a la vez es fin.
Asumiendo su postura, con complejo de Edipo incluido, recuerda lo que en un principio sonó a desafinado.
Tranquilidad, así fue como comenzó todo. Incorporado esto último, el hijo de la crítica y ahora de la vida, ansía quererlo todo y a la vez perderlo todo, dando solución al dilema.
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