Capítulo 13
La Galaxia del Centauro


¡Krapek! ¡Despierta! Te necesito murmuró Gabriel, el niño arrodillado abrazaba a su amigo mientras una lágrima se insinuaba en su mejilla. El centauro estaba tumbado, su cuerpo perdía fuerzas y apenas podía moverse. El niño por primera vez sentía que estaba perdiendo a un gran amigo, que lo había salvado del gitano en forma desinteresada cuando mas lo necesitaba. Sus ojos se inundaron de pena y la impotencia estremeció todo su cuerpo.
- ¿Porqué lloras niño? – dijo tímidamente Krapek con una sonrisa fingida, haciendo un gran esfuerzo para abrir levemente uno de sus ojos y ver como Gabriel mostraba su gran dolor sin cesar.
- No sé de que modo puedo ayudarte, has perdido tus flechas y en este vacío siento que te estoy perdiendo…
- Los amigos verdaderos jamás se pierden Gabriel, viven contigo para siempre - dijo el centauro, mientras poco a poco entre el sollozo del niño sus ojos se dormían lentamente.
El niño se aferró al centauro y entonces repentinamente Gabriel dejó de llorar, sus ojos enrojecidos y nublados se abrieron cuando recordó que Krapek le había regalado una flecha. Se levantó y con una de sus manos empuñada secó sus ojos, miró hacia el cielo mientras un suspiro huérfano invadía el silencio. Hurgueteó entre sus bolsillos de su pequeña chaqueta, pero su sorpresa fue mayor cuando se dio cuenta que además de la flecha había encontrado la moneda de lata, que el hada le había regalado, entonces recordó las palabras de Luzvelia: “Cuando me necesites lanza la moneda lo más lejos que puedas”. El niño tomó la moneda y la lanzó con todas sus fuerzas lo más lejos que pudo, al hacerlo una estela dorada se fue formando sobre el curso que siguió la moneda y entonces la voz de Luzvelia inundó el silencio y dijo: Gabriel he vuelto. El niño en forma impaciente miró en todas las direcciones mientras llamaba una y otra vez ansiosamente al hada, pero por más que buscó no pudo encontrarla. La vocecilla con un tono más intenso exclamó: Gabriel he dejado de llamarme Luzvelia, ahora mi nombre es Siomara, mira hacia el cielo, ves esa estrella; la más luminosa de todas.
-Sí, la veo, dijo el niño.
- Aquella estrella, que brilla como un lucero soy yo. Tus deseos me quitaron mis alas, pero me dieron el brillo de la magia, la que encandila y que a veces llena de nostalgia, la que a veces mueve un sueño y despierta ilusiones; es la magia que vuela en los corazones cuando cierras los ojos y pides un deseo…
- Siomara, Krapek se desvanece, - un suspiro con un sollozo interrumpió las palabras del niño - el gitano del norte envió sus flechas a otros universos que abrió con el Tridente Mágico, le quitó todos sus sueños y mi amigo ya no tiene ilusiones.
-Aunque recuperaste el Tridente Mágico, este no posee memoria, eso significa que no puedes revertir los hechizos, que el gitano haya realizado con él.
- ¿Entonces Krapek jamás podrá recuperar sus flechas? - dijo Gabriel tristemente.
- No precisamente Gabriel, existe solo una forma, para que Krapek pueda recuperarlas, pero a lo menos requieres de una flecha, que sea mágica, una flecha que tenga un objetivo claro y puro, sin más ambiciones que ampliar horizontes de esperanzas y crear nuevos sueños en universos donde hoy no existen.
- Sólo tengo esta flecha, que me dio Krapek – Dijo Gabriel mientras la tomaba con sus dos manos y la acercaba al centauro.
- Toma el Tridente, elévalo hacia el cielo, con él abrirás un nuevo universo, luego tomarás la flecha y esta formará una nueva galaxia que le llamaremos la Galaxia del Centauro, su brillo será tan intenso y hermoso, que atraerá a todas las flechas de Krapek y de este modo tu amigo volverá a tener sueños verdaderos.

Krapek abrió levemente sus ojos y le dijo al niño: -Gabriel, mi pequeño amigo… esa flecha es tuya y es única, debes dispararla cuando tengas claro tu objetivo, mi caminar está cansado, he disparado muchas flechas y es hora de entregarme al arrullo del viento, asirme de una nube, volar como si tuviera alas, cruzar montañas y valles, pintar viejos recuerdos, pasear por soles que entibien mi cuerpo, dibujar una piel nueva sobre nuevos tiempos. Quizás ni siquiera necesite alas… llevaré el aire que respiro. Tu mirada noble y tu palpitar sublime darán pulso a mi pecho. Quizás, esas serán mis alas, que me remonten a un nuevo cielo donde pueda volar y pintar todos mis sueños. Espero algún día encontrar la corriente tibia que me lleven a lo más alto… Gabriel, mi pequeño niño, siempre estaré contigo… Cuando mires al cielo y veas pasar un cometa sonríe, porque sabrás que he recuperado una flecha y entonces quizás algún día ya no necesite alas para volar más lejos…

Gabriel abrazó al centauro y le dijo: - creo que una amistad es tan mágica como una sonrisa, es como una flor que se debe cuidar para que siempre florezca, es un dar y recibir sin pedir ni entregar nada a cambio. Es algo mágico… hoy mi objetivo es darte un nuevo objetivo…quizás unas nuevas alas donde puedas volar y pintar todos tus sueños…

- Vamos Gabriel, ya es hora dijo Siomara.
- Adiós amigo, no llores, que siempre estaré junto a ti - dijo Krapek mientras una lagrima corría por las mejillas de ambos.
El niño tomó el tridente apuntándolo hacia el cielo, mientras sus ojos se inundaban, un rayo emanó y se elevó abriendo un gran portal luminoso, el niño tomó la flecha y al soltarla de su mano, esta se perdió en el infinito… El cielo se estremeció y pintó colores inimaginables, un halo de luz rodeo al centauro y lo llevó lejos por el firmamento… Había nacido una nueva galaxia…