CULTURA URBANA
Algo que llama la atención de quién a visitado los Estados Unidos es la cultura urbana de sus ciudadanos. Se trata de un notorio respeto por la libertad de cada uno, la solidaridad, la preocupación por el vecino, el cuidado en no dañar el patrimonio del prójimo, el respeto estricto por las normas del tránsito, pagar por los servicios aunque no haya nadie presente, etc.
Sín embargo, una vez que hemos nos hemos impregnado de esa cultura urbana del ciudadano medio estadounidense, resalta otro hecho significativo. La marcada separación que las personas hacen unas de otras. Es como si cerraran una puerta en lo que toca a inmiscuirse en sus vidas personales. Esto causa extrañeza a muchos latinos que no terminámos de comprender el cómo, personas que demuéstran una cultura urbana tan acentuada, mantengan al mismo tiempo un cerco amurallado con respecto a ellas mísmas. Es como si no quisiéran comprometerse con nada y con nadie esgrimiendo el argumento de la libertad individual.
Parece una paradoja, pero no lo es. La explicación parece ser que debido a que por más de cien años han conducido automóviles, han asimilado y hecho suyas la cortesía del automovilista. Respetando los reglamentos del tránsito adoptaron la cortesía hacia los demás, el no dañar el patrimonio ajeno, pero dentro de su propio feudo. De esa manera prevalece la independencia personal como un bien intransable y desde el cuál se demuestran educados, corteses, gentiles, atentos y solidarios con los demás, aunque no permiten la menor intromisión en su vida privada.
Lo perjudicial de todo esto es que en otras ciudades de América este fenómeno se vá extendiendo, vamos haciendo nuestra esa cortesía aparente, que dista mucho de la espontaneidad proverbial de la idiosincracia latina. El calor natural de la amistad entre vecinos de un barrio, una comuna, un pueblo ya está desapareciendo.
¿ Estaremos adoptando la “cultura ” del automovilista ?
Recordemos un proverbio muy sabio que dice:
“Del extranjero aprende lo bueno ”
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