La abeja:
La abeja, una tierna niña, decía la madre de Dulce Andrea, no sólo por ser dulce de carácter, sino ingenua por su candor y niñez.
Dulce, se quedaba extasiada al atravezar los lugares de confites, contando apenas 7 años de edad, Dulce Andrea, radicaba en una ciudad de Europa, en donde la nieve era muy fría y el calor tostaba la piel cálida de la niña.
Un buen día Dulce en el colegio, estudiaba geometría y su maestra le hizo algunas preguntas sobre la lección pasada, Dulce inerte y estática ante la situación, espero muchos segundos antes de decir:" Maestra, la verdad es que no sé que contestar, no sé nada, anoche, no dormí en la casa, porque mi mamá me llevó con una tía porque ella se encontraba con su novio"....Además al final Dulce dijo: "puedo ir al baño....?"
Todos los estudiantes se rieron de Dulce, y cada situación en clase era muy divertida...la niña era tan ingenua que ni siquiera sabía como nacía un niño, como era la vida, si pasaba una mariposa ella creía que era un pequeño avioncito.etc.etc.
Dulce creció y se convirtío en una gran mujer, la ingenuidad y el candor de la niñez ahora eran bellas florecitas que crecían en su interior.
Dulce se casó con un compañerito de clase de la primaria, José era su esposo, y tuvo dos niñas que eran el fiel reflejo de Dulce y su esposo,los valores que le dieron eran sobre la dulzura y la abeja llena de miel....Dulce Andrea, soñaba en crecer un día y casarse un día con su amigo José....despertó de un sueño y contó a su mamá que en el sueño ella era una mujer y se casó con José, y tuvo dos hijas....
¡¡¡Ah!!! que sueño tan dulce, exclamo su madre, si yo tuviera tu edad....Dulce le dijo, ¿mamá dime porque me llaman abeja? porque eres dulce como la miel....
Cada día Dulce Andrea crecía y aquella dulzura e ingenuidad se vieron afectados por la edad, por la adolescencia que inquebrantable golpeó su niñez, creció y ya no era la niña ingenua, ahora era una mujer y como mujer enfrenbtaría sus temores.
Dulce enterró a su madre, se fué de aquella casa que le hacia mucho recordar su niñez, creció y creció... Un buen día aquella viejecita a la que le llamaban la abeja, contaba a sus nietos que la dulzura y la ingenuidad son dos valores que jamás se deben perder... |