Quinto Sueño.-
El reloj corría. “El tiempo no se detiene, no tengo por qué hacerlo yo”, se decía el hombre mientras corría por el largo pasillo blanco, lleno de puertas. El hombre estaba muy abrigado, tenía una larga chaqueta de cuero negro que le llegaba a las rodillas, un gorro de lana azul y una bufanda blanca muy suave, también de lana. El hombre corría. Corría. De pronto abre una de las puertas, y se encuentra en otro pasillo. Un pasillo verde con miles de puertas. El hombre sin siquiera mirar, elige puertas y se adentra en nuevos pasillos, de diferentes colores. Las puertas van cambiando también. El hombre toma una de madera, luego otra barnizada, luego toma una de metal oxidado, luego una llena de manos pintadas. Abre una puerta de madera vieja y se encuentra en una cocina de campo, toma la puerta que da al patio y se encuentra en otro pasillo. Abre otras puertas y se encuentra y casas, estacionamientos, edificios, oficinas, bodegas. Cuando por fin se encuentra en el pasillo de nuevo, el hombre se detiene, con la mirada atenta, tratando de escuchar algo. Saca un reloj de bolsillo de la chaqueta. Es un fino reloj de oro, grabado en el exterior con los minúsculos dibujos de los trece signos del zodíaco. Eran cinco minutos para las seis de la tarde. El hombre escucha. Sus ojos verdes se abren con desesperación. Alguien lo sigue. Corre a la puerta más cercana. Se encuentra en una gran habitación rectangular. Se ve a sí mismo salir por la puerta de enfrente, pero no se trata de un espejo, sino de él mismo, saliendo por la otra puerta. Se mira extrañado. Da un paso a la izquierda y su doble da un paso a la izquierda. El hombre de la chaqueta corre hacia la puerta. Su doble corre justo hacia él. Justo antes de estrellarse consigo mismo, el hombre cierra los ojos y extiende los brazos. Para sólo cuando siente la puerta en sus manos. El hombre mira hacia atrás. Su doble abre la puerta y sale por donde él había entrado. El hombre lo mira y lo imita.
Sale –o mejor dicho, entra-y se encuentra dentro del ultimo piso de un reloj de torre. Miles de tuercas y resortes gigantes se mueven de manera precisa, las grandes manecillas marcan unos segundos para las seis. El hombre siente que alguien trata de abrir la puerta detrás de él. Rápidamente vuelve sobre sus pasos y sujeta con fuerza el pomo de la puerta. Al otro lado se escucha un grito desgarrador. El hombre espera. No se escucha nada más. De pronto el sonido del metal contra metal hace retumbar toda la torre. El hombre mira su propio reloj. Estaba sincronizado con el reloj de la torre. Las-Seis-En-Punto. Mira con una sonrisa el reverso del gigantesco reloj mientras mira como las manecillas se deforman hasta convertirse en manchas como de tinta. Todos los engranes, resorte, tuercas, clavos, barras lentamente comienzan a volverse blandos, hasta desprenderse y caer por el abismo de la torre. El hombre siente como el piso se vuelve inestable y se devuelve hacia la puerta.
El hombre escucha con el oído pegado en la puerta. Al otro lado alguien forcejea por abrirla. El hombre del abrigo sonríe. Era la señal. Abre la puerta y se encuentra en una casa, abre la puerta del baño y se encuentra en una vieja mansión, todos los muebles desordenados y los libros en el suelo. Abre una puerta cualquiera. Ahora esta en el primer piso de una especie de templo. Abre la puerta principal. Ahora está de vuelta en el pasillo. Abre la única puerta.
Apenas sale, pisa hojas secas de arce. Es una plaza. Hay un hombre de verde y una niña elegantemente vestida.
- Hola.- dice la niña.- ¿Puedo preguntarte qué es lo que buscas?
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