Dedicado a Claudia, por la inspiración




Apenas ayer todo era tan distinto, vivíamos en paz, nuestros Dioses complacidos por nuestras obras nos mostraban su gratitud a través de la madre naturaleza, cultivamos la tierra, sembrábamos sobre nuestras lagunas, recogíamos los frutos de los árboles y bebíamos el agua que corría en nuestros ríos limpios y trasparentes.

Edificábamos nuestras ciudades para que nuestros niños crecieran libres, inundaban con su risa y su alegría todo el espacio, todas las calles, todos los canales.
Nos maravillábamos con los colores de las flores, con las plumas del quetzal y el cenzontle con la piel del jaguar.
El cielo nos daba las aves y el mar los peces que llevábamos para alimentar a nuestras familias, mientras nuestras mujeres en casa moldeaban el maíz mezclándolo con fuego, tejían nuestras ropas, nos acompañaban en nuestra existencia y todos juntos día a día construíamos el Anahuac.

Todo era armonía, los Dioses nos proporcionaban la lluvia y el viento, colgaban en las noches la luna y enfilaban las estrellas para que escarbáramos los misterios, compartían sus secretos y aprendimos a dividir el tiempo en cuatro estaciones, la existencia en cinco soles.
Los hombres sabios nos guiaban; nos enseñaban los números, a curar con las plantas a guardar el equilibrio que estaba alrededor de nosotros…

Hasta que llegaron ellos…

Nuestros dioses fueron ocultados bajo la tierra, nuestras ciudades destruidas, la sangre de nuestros hermanos tiño los ríos de rojo contaminándolos por completo. Nuestros niños ya no ríen, ahora luchan en cama contra la viruela.
Nuestras plazas están llenas de gusanos y nuestra laguna no existe más, construyen sobre ella y nuestros templos su Nueva España.
Ya las flores se murieron y las águilas y los jaguares huyeron selva adentro. Nuestros sacerdotes fueron asesinados, los hombres libres esclavizados y el pueblo ahora camina a ciegas sin nadie quien los guié.

Nuestra raza es humillada y yo me pregunto, si es mas denigrante este color de piel y la forma de nuestro rostro , o emanar ese olor a sudor agrio y tener la cabeza llena de piojos y liendres, insectos que nunca había visto.
Nos llaman salvajes y yo me pregunto cual es la diferencia entre sacrificar la sangre de un hermano a quemar viva a una mujer en la hoguera.
Nuestros dioses fueron ridiculizados y yo me pregunto ¿que es más ridículo? Si nuestros dioses con rostros amorfos y grotescos o su dios que yace derrotado y muerto en una cruz.

Hoy estamos aquí los pocos guerreros que quedamos, lamiéndonos las heridas bajo el árbol de la noche triste, llenos de dolor e impotencia mientras escribo esta carta…

Esperando que se cumplan las palabras del poeta y la gloria de Tenochtitlan resurja para ser eterna hasta después del tiempo, aunque esta noche la cubran las sombras, aunque esta noche la abrace la muerte...

Tacuba
Octubre de 1521