—Sí, claro, siempre es así. Una les da de todo, nunca les falta el abrigo, pero sin más se van y se olvidan de una, como si el haberles dedicado la vida no les importara en absoluto. Una les entrega tanto cariño, las cuida, el regala su tiempo, pero claro, terminan sintiéndose grandes y sólo se van… ¡Ya van a volver! ¡Pues no, señor, no las aceptaré de vuelta, ya me abandonaron!... ¿A quién le miento? Las extraño, pasaron tanto conmigo, que me cuesta resignarme, aunque tantas veces me ha pasado. No hay nada de malo en que se lancen a la vida, es lo más natural. Creo que tendré que limitarme a extrañarlas y rogar para que estén bien, sería egoísta esperar que estén siempre junto a mí.
Luego de este monólogo, la nube nuevamente debió aceptar que sus gotitas de lluvia no podían vivir siempre junto a ella, comprendiendo que la vida tiene ciclos que se deben respetar. Aún así, quedaron por siempre guardadas en su alma y sus recuerdos, esperando a nuevas gotas que se evaporen, y rehacer el inacabable ciclo del agua.
Nota: Este cuento se lo dediqué a estos especiales amigos no porque se hubieran ido o algo así, sino que porque lo escribí con ternura y esa palabra me recuerda siempre a ellos :)
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