He salido a la calle y he visto a mis padres. Los he saludado con mucha ternura como si fuera la última vez. Me han preguntado qué me pasa, qué es lo que deseo. Y he llorado en sus pechos y les he dicho que les quiero mucho, demasiado quizá y que les estoy muy agradecido por todo lo que han hecho por mí. Se han quedado mudos, con sus ojos como si vieran a un fantasma. Luego, me he dado la vuelta y he salido de sus casas.
He visitado todas las casas de la gente que conozco y a todos le he dicho lo mismo que a mis padres... Y luego, he mirado a toda la gente desconocida y me han parecido conocidos a toda la otra gente. Les he sonreído y a cada uno con quien me cruzaba le he dicho muchas gracias.
Ha llegado la noche. No hay nadie por las calles. Estoy frente a un cementerio. He entrado. He percibido el silencio de los muertos. He cogido una palana y he abierto un hueco. Mientras excavaba he sentido la mirada de la noche, estrellas y el frío de los muertos, quizá preguntándose qué es lo que hago, seguramente quien me lee esto, también, no se preocupen que ya estoy por terminar este relato...
He terminado de hacer el forado. He sacado de mi bolso todos mis recuerdos, mis sueños, mis anhelos, todo. Me he desnudado. Luego, he echado al forado todo, todo y los he enterrado, en silencio, despacio, sin pena ni dolor.
Ya terminado mi tarea, he salido del campo santo y he caminado por las calles, desnudo, sin penas, sin nada y he esperado el amanecer, así como el poema "El Loco" de Gibram. He visto salir a toda la gente a la calles y han visto mi desnudes, pero nadie me mira, no dicen nada, tan solo siguen en silencio, como si fuera un fantasma.
He llegado a la casa de toda la gente que me quiere pero ellos no abren sus puertas, no desean nada de mí. Lo mismo ha ocurrido con mis padres. Les avergüenzo. He decidido volver a mi casa, pero ya no tengo llaves... y no puedo entrar.
He vuelto al cementerio y he desenterrado todas mis cosas, pero, increíblemente, no he encontrado nada, nada de nada... Ya era la noche y la he visto a élla vestida con mis sueños. He visto las estrellas y las he visto con mis anhelos, alegrías. He visto a los muertos y están usando todas mis ropas... He sonreído y me he sentido uno con todas las cosas inconmensurables. Me he zambullido en la fosa vacía y he dormido para siempre, e increíblemente he sentido que todas mis ideas, sueños, anhelos, ropas han vuelto a mí… Ha sido un bello viaje y no deseo despertar en mi fosa…
San isidro, octubre de 2006
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