Caos y mariposas
Bailaban pequeñas llamitas a mi alrededor, todas juntas en lo que parecía ser un sueño de media noche, en lo que parecía ser mas de un recuerdo fugaz. Bailaba el mundo alrededor de mí esa noche, bailaban distintas sensaciones que se movían clavándome en todo el cuerpo, bailaban mariposas obscuras que me subían por la garganta aleteando como aves en la playa, quebrándome la garganta, la lengua, dejándome sin habla por el panorama que se venia, y lo mas increíble de todo es que yo también bailaba, bailaba con las mariposas al mismo tiempo que bailaba con los clavos, quería esconderme en una fogata a la luz de la luna y cantar por deseos no cumplidos, quería esconderme en un roquerío, en mi cama, abrir la ventana y sentir el olor de hermosos recuerdos que embriagan mi infancia, quería recordar a todos sentados en una fogata comiendo y hablando, escuchar hablar de alegrías mas que de penas, quería ayudar en lo que mas podía.
Al subir en un auto siempre pueden pasar muchas cosas, puedes chocar como puedes atropellar, o puedes estacionarte y comprar un helado, pero ese día el auto iba distinto, y por alguna razón osé en subirme a él, osé interpretar la mas macabra de las imágenes que el ojo humano puede ver, osé mirar lo irritante y lo patético al mismo tiempo.
Cuando íbamos rumbo a la posta mis huesos no crujían como los del hombre que iba conmigo, iba inocentemente a buscar una rutina perdida. Al llegar al establecimiento de cemento sólido percibí que en realidad a nada íbamos, solo a ver imágenes reproducidas de sufrimiento, piernas abiertas como gente moribunda, en un lugar que quien está peor es el primero en ser atendido. Miraba con ojos aún de inocencia, que en ese tiempo todavía me quedaba, me senté a esperar a ver si encontrábamos lo que buscábamos, tiritaba pensando en la escena, sudaba al ver a la gente así en ese estado, y pensando en que lo buscábamos estaba adentro, peor.
El Tonaril es un medicamento usado para el mal del parkinson, para esa gente que no controla sus manos, pero también puede ser usado de manera exagerada para vivir en otro mundo, puede ser usado en grandes cantidades para entrar en un trance magnético de alucinaciones distorsionadas, como el efecto cuesta que empiece se sigue ingiriendo, hasta mas no poder, y te distorsionas no por una hora si no por mas de un día, dos en realidad.
El auto era suave para andar, era nuevo, y le habían arreglado las sillas para hacerlas mas cómodas, la radio era nueva de esas modernas, era gris, doble cabina.
Ahí estábamos esperando nada, esperando que llamaran de la morgue como al mismo tiempo esperábamos que llamaran de la casa, o encontrarlo en la calle en cualquier parte, en cualquier motivo, pero no pasaba nada, estábamos en la posta esperando a que el tiempo sanara las heridas.
Cuando el celular sonó, nunca pensé lo que se venía con la voz dulce de la mujer que llamaba, hablaron, desesperadamente cada uno en su modo, yo seguía ahí parada, asustada por ignorancia a la vida en general, embriagada de la inocencia de la edad, que estaba siendo demolida por algo que ni siquiera yo había provocado. Subimos de nuevo, ahora íbamos rumbo a la comisaría de recoleta, el viaje era larguísimo, pasábamos por lugares que quizás nunca en mi vida iba a volver a ver, al menos no con los ojos que traía en ese momento. La comisaría era ploma de colores grises por todas partes, era pequeña y estaba dividida en dos partes, una sala de espera y una sala de tramites. Veía gente vestida de verde por todas partes, todos serios, como un día común y corriente en sus vidas.
Después de cinco minutos de estar sentados en la sala de espera llego, moribundo, muerto, de otro planeta, tenia la cara café manchada, llena de mugre, salpicada de humillación y sus muñecas estaban destrozadas, salpicaban sangre, sangre que el mismo se había provocado, y aún las veo en mi cabeza, sangre café oscura porque estaba mezclada con tierra, tierra del suelo, de las baldosas en que el mismo caminó en su trance. En una de sus muñecas tenia una pulsera con púas, estas estaban pintadas de rojo o lo que parecía en ese momento mas bien un café, se había apretado la pulsera a las muñecas tratando de triturarlas, trató de destruir el soporte a nuestra magia. Y lo increíble es que sus ojos estaban muertos, ya no era la persona que conocía, era un muerto, era un ente que vivía en nada. En ese momento sentía mi alma ser triturada, aplastada por emociones que no conocía y no tenía porque conocer.
Trataba de recoger el suelo con las manos, con esas manos que toda la familia a heredado; finas, de largos dedos, manos de artistas como todos nos decían, porque podíamos hacer maravillas mágicas con ellas como a la vez podíamos matar sueños y tirarnos a un vacío desconocido por casi todo el mundo, menos por nosotros, los que tenemos esas manos surreales, los que compartimos la sangre, la misma sangre, los que compartimos la vida cotidiana, y los mismos que compartimos esa sangre…esa sangre oscura, café, envenenada.
El tiempo parecía infinito, yo solo lo miraba, perpleja sin saber como actuar, de repente me hablaba, o no sé si me hablaba a mí o la gente que él veía, no sé si me miraba a mí o miraba los millones de espectros que rodeaban ese lugar.
Cuando terminó el papeleo subimos al auto, ese auto que tanto me gustaba, ese auto que guardaba el peor de sus testimonios en ese momento, ese auto que traía la muerte en el asiento trasero.
La noche estrellaba en los ojos de los tres, yo iba adelante, y el atrás, confundía lugares como confundía cosas, yo solo lo sujetaba para que no bajara, para no repetir la escena de antes, para que parara de deambular, para que no volviera a mezclarse con la tierra.
El viaje debe haber durado por lo menos dos horas en mi cabeza, iba asustadísima, porque yo no quería verlo, no quería conocerlo, no quería ni siquiera recordar las tardes amargas que me había hecho pasar, no quería recordar esa escena que se repetía en mi cabeza, de llegar y que no halla nadie, todos con él, esperando a ver si reaccionaba ante el valor de su vida.
Al día siguiente era su cumpleaños, iban a venir familiares, iba a venir gente y el así, iban a venir a verlo, estaba de cumpleaños mi hermana chica también y a él no le importaba, en realidad no le importaba nada de lo que podría estar pasando en la mente de todos, él daño eterno que estaba produciendo en la mente de cada uno, porque nos daño a todos así, nos envenenó, a mi me quitó mi inocencia, me hizo pasar momentos de llantos, de soledad terrible y me hizo buscar refugio en lugares indignos.
Llegamos, nos bajamos del auto, iba temblando por como iban a reaccionar aquellos seres que vivían adentro de la casa, por como iba a reaccionar mi mamá, que su corazón era de vidrio y estaba totalmente trisado por el ultimo año.
Me baje del auto y mi papá lo bajó, lo miró y lo abrazó, lo abrazó tan fuerte, que me di cuenta que era incondicional el amor a ese ser que estaba matando, a ese ser que causaba solamente daño por donde pasaba. Estaba esperando odio, gritos de parte de esa figura alta y recta, estaba esperando golpes, pero lo único que vi fue un abrazo, lo único que percibí fue cariño, un cariño irreal en mis ojos, que en ese momento no entendía, como querer a ese monstruo, a ese demonio que secaba las flores.
Creo que el momento que lo entendí, mucho mas adelante, años mas adelante fue el día que lo perdoné.
Ahora bailo, junto a la maldad como bailo con la bondad, bailo alrededor de mi fogata, estamos todos, y yo canto a la vida, canto para todos, bailo con los clavos y dejo que mis mariposas salgan de mi garganta, y me dejen tranquila para reposar y para despertar a la fugaz realidad de todos los días.
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