Mi hija esta jugando con sus muñecas en el jardín, y el rito macabro se efectúa una vez mas; desarmar, golpear, acariciar y arrullar, y otra vez se repite, con el mismo patrón que causa mi angustia.
Ella en algún momento cometerá, lo mismos errores que yo, el mismo ritual que efectué con tanta gente, quiero evitar que ocurra, pero se que tengo vencida esta batalla de antemano y la desazón me invade.
Aunque la sigo dando con frases superfluas como; no las trates así ¿te gustaría que hicieran eso contigo? Y mi niña me responde:
- Mamá no seas tonta, es una muñeca ¿Cómo puede parecerse a mi? Es eso lo que crees ¿Qué soy una muñeca?- yo digo con una sonrisa- sí, eres mi pequeña muñeca- cosa que la enfurece.
Pero, me desarma completamente, mientras por mis mejillas se siente el suave roces de unas lagrimas de desesperación. Si, todos en esta vida somos como muñecas del destino, de dios o lo que se crea que existe, pero yo no quiero que pase lo mismo con mi niña,se redoblan los sollozos y el nudo del estomago sigue en su mismo lugar.
Ya no se puede hacer nada, quizás el ser humano que se cree tan superior al los animales, sea una bestia de instinto como ellos, tal como los cachorros de león que juegan a las batallas, nuestros niños juegan a la guerra con sus soldaditos de plomo o a la familia con las muñecas e imitan nuestras acciones, los lobos y otros animales hacen lo mismo.
Simplemente los patrones de conducta, son mas complejos en nosotros y eso hace que también sean mucho más destructivo. En un libro leí una frase muy cierta, que el hombre es el mayor depredador del planeta y el mas cruel, el único que no solo asesina a las demás especies con las que coexiste, lo hace del mismo modo con la suya, con su ecosistema. Si la naturaleza tuviera palabras para definir que somos para ella. Creo que serian – son el peor error de mi existencia- y tenga la misma sensación de complacencia, que no se puede cambiar.
Llamo a mi hija a almorzar, pero no quiere, desea seguir jugando. La obligo mientras ella empieza a llorar y patalear hasta suplicar que la deje y ese sentimiento de envidia que tengo hacia ella, vuelve a florecer y me alegro de que todavía no pierda el ímpetu de no dejarse vencer por nada, aunque se que la vida va a conseguir dominarla , como a cada uno de nosotros y que cuando tenga deseos de cambiar algo, ya no grite ni pataleé, sino que diga la misma frase que repetimos la naturaleza y yo – no hay nada que hacer, la vida es así- que la desesperanza y el dolor haga sus estragos en esa niña vivaz e impetuosa, y se vuelva como un perro domesticado, que las heridas que le dejen sean tan grandes que no pueda superarlas, pero la vida es así.
Nota: Solez me pregunto en el otro cuento que sentia la persona que hacia estas reflexiones, con este intento responderle, así que necesito que me comenten este, para saber si lo consegui.
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