Sonó el teléfono, Laura estaba con su hijo, Carlos, en el jardín cuidando a un pájaro que había caído allí herido. Fue al comedor y lo cogió:
- ¿Diga?
- Hola Laura, soy yo, Manuel, quiero verte.
- ¿Tu? ¿Verme? ¿A mí? ¿Por qué?
- Tengo que hablar contigo.
- ¿De qué?
- Por aquí no, tenemos que quedar.
- ¿Y dejo a Carlos solo?
- Tiene nueve años mujer y solo será media hora.
- ¿Por qué debería hablar contigo? No tengo nada más que decirte.
- Por favor, concédeme un último favor.
- Mmm no sé.
- Por favor.
- Sólo media hora.
- Gracias.
- ¿Dónde?
- Te recogeré a las seis.
- Hasta entonces
Y colgó, volvió al jardín con Carlos.
- ¿Quién era?
- Bah, una amiga, tendré que salir un ratito a las seis, no te importa ¿verdad?
- No mamá, ya soy mayor, me quedaré con Pixie.
- Bien.
- ¿Crees que podrá volar esta tarde?
- Sí, creo que sí.
Le pasó lentamente la mano por el pelo, preocupada, mirando hacia la carretera.
Eran las seis. Laura salió y a los cinco minutos llegó Manuel con el coche.
- Sube.
- ¿Dónde vamos?
- El lugar no importa
Pasaron diez minutos de silencio absoluto, Manuel conducía hacia la salida de la ciudad.
- Exijo que me digas dónde vamos
- No importa, mujer, tengo que decirte una cosa.
- ¡¿Dónde...?!
- Tienes que volver conmigo ? interrumpió Manuel.
- ¿Q...qué? ? atónita.
- Sí, lo he pensado mucho. Laura te quiero y no quiero perderte.
- Eso deberías haberlo pensado antes.
- ¡No quería! Iba borracho Laura, por el amor de Dios, tenemos un hijo.
- Carlos está bien sin ti.
- Laura, hace meses que no le veo, por favor. Yo te quiero Laura.
- No me basta con eso.
- ¿Qué? ¿Qué quieres que haga?
- No puedes hacerlo ya, te acostaste con esa sucia zorra ? una lágrima corría por su mejilla- y tuviste la desfachatez de ocultármelo.
- Fue un error, lo sé. Pero he cambiado. Me he dado cuenta de que te necesito. Joder Laura no puedo vivir sin ti.
- No pensaste eso cuando te follabas a esa.
- ¡Por favor, no saques el tema!
- ¿Por qué no tengo que sacarlo? ¿Pretendes volver conmigo y cegarme ante tu pasado? Creo que pides demasiado.
- Laura...
- No hay más que decir ? susurrando.
Manuel calló, tan sólo conducía. Laura estaba quieta, con la mirada agachada. Se secó las lágrimas y miró hacia delante.
Estaban en una carretera fuera de la ciudad, era la carretera que subía el puerto cercano a la ciudad. No dijo nada.
Los minutos pasaban, clavándose como puñales en los labios de ambos. Es difícil mantener un silencio cuando hay tantas cosas por decir, pero callaron. Estaban ya en plena subida.
Manuel la miró. Ella notaba su mirada en la cara.
- Será mejor que mires a la carretera.
- ¿Y Carlos?
- ¿Qué?
- ¿Vas a cuidarlo tu sola?
- Tiene diez años.
- Nueve.
- ¿Y qué? Se ha hecho a la idea.
- ¿A la idea? Soy su padre Laura, no puede olvidarme.
- ¿Y qué quieres que haga? ? gritó.
- Sólo quiero que mi hijo tenga padre y madre, no quiero que sea un huérfano desgraciado.
- ¿Eso piensas? ¿Piensas que no podré sacar adelante a Carlos?
- No pienso eso mujer, sólo quiero estar a su lado y... a tu lado.
- Deberías pensar antes de decir cosas que no puedas cumplir.
- ¿Qué dices?
- Dijiste que no sacara el tema.
- ¿Otra vez con eso?
- Deberías mirar a la carretera,
- ¡Estoy harto! Quiero educar a mi hijo lo mejor que pueda y me niegas su cara por una maldita noche.
- ¿Una maldita noche? ¿Eso es lo que crees que fue?
- No es lo que creo, es lo que fue.
- Normal, olvidas que estuviste más de un año ocultándome. ¿Qué padre hace eso, eh?
- Oh, habló la madre perfecta, como si tu no cometieses errores.
- No, Manuel, no volveré contigo.
- ¿Por qué eres tan rencorosa?
- Manuel, mira a la carretera.
- ¡ No me digas lo que tengo que hacer! Quiero ver a mi hijo!
Carlos estaba en el jardín con Pixie. Así había llamado al pájaro que encontró en su jardín hacía ya una semana. Tenía la pata herida y no podía volar bien. Él y su madre lo habían curado.
- Te pondrás bien. ¿Sabes Pixie? Mamá me ha dicho que podrás volar esta tarde. ¿Qué? ¿qué dices Pixie? Si, yo tampoco quiero separarme de ti.
Habían pasado más de cuarenta minutos y su madre no volvía.
- ¡Basta!
Manuel golpeo el volante y tuvo que hacer una rápida maniobra para no salir de la carretera.
- ¿Qué quieres, matarnos?
- Lo siento, lo siento, lo siento...
- No, Manuel, mira a la carretera, y no insistas.
- ¿Por qué?
- No hay vuelta atrás, lo hiciste y ya está.
- ¿Por qué no me puedes perdonar?
Pixie hizo un intento de mover las alas y levantarse pero cayó en seguida.
- ¡Sí! ¡Casi! La próxima vez lo lograrás.
Carlos miró su reloj digital. Se lo había mandado su padre hacia tres meses, por su cumpleaños. Su madre dijo que estaba de viaje muy lejos. Era un reloj calculadora, le encantaba.
- Son las 7 ya y mamá no ha vuelto. Tendré que ocuparme yo de tu liberación.
- No llores, mujer, ha sido sin querer.
- ¿Sin querer? ¡Me has pegado!
- No era consciente, no quería, yo...
- ¡Para el coche!
- ¿Qué?
- Que pares el coche, me bajo.
- Estamos en mitad de la montaña, ¿cómo vas a bajar ahora?
- Puedo volver andando.
- Quita, giro cuando pueda y bajamos.
- Mierda, estoy sangrando.
- Lo siento, coge un pañuelo, hay un paquete de cleenex en la guantera.
- ¿Ves? No podría fiarme de ti, ¿y si un día le haces esto al niño?
- ¡¿Cómo puedes pensar que le haría eso?! ¡Es mi hijo! No podría.
- Antes decías que me querías y mira esto. La nariz sangrando.
- Te he dicho que lo siento, ¿vale?
- ¿Podemos dejar de discutir? Quiero llegar pronto, le dije a Carlos que saldría media hora con una amiga y ya son las siete.
- ¿Una amiga? ¿Por qué me ocultas ante él?
- ¿Qué? ? enfadada.
- Ni siquiera sabrá la razón por la que estoy fuera.
- ¡Claro que no!
- Deberías decirselo, tiene nueve años, debe madurar rápido.
- ¡Es un niño! Y además, ¿qué quieres que le diga? ¿Que su padre se folló a una mujer que no era mamá? ¿Quiéres que le dé ese ejemplo? ¿O más detallado? ? gritando.
- ¡Sí, vuela, vuela!
Pixie se elevó un metro y volvió a caer al césped.
- ¿Estás bien, Pixie? A la próxima lo conseguirás. Seguro.
- ¡Ya vuelves con el tema!
- ¿Crees que es fácil salir a la calle y que te vean todos? Seguro que me llaman la ?cornuda?
- Sólo piensas en lo que dicen los demás.
Laura calló y miró hacia abajo.
- Te prometo que seré un padre ejemplar. Laura, déjame volver.
- No puedo Manuel ? más tranquila.
- ¿Por qué? ? gritando.
- Te lo he dicho mil veces. No podría. No puedo pasar esta. Carlos se moriría si lo supiese.
- No tiene por qué saberlo, eres tu la que se lo oculta.
- Un día lo sabrá, es listo.
- No lo sabrá.
- ¿Cómo estás tan seguro?
- ¡Por qué lo sé!
- No te he preguntado eso, pareces tonto.
- ¡Basta! ¡Estoy harto! Harto de que no me consideres un buen padre, ni un buen marido, ni lo suficientemente listo como para educar a un hijo. ¿Quieres una razón convincente? ¡¿Qué te parece si pego un volantazo y caemos los dos?!
- ¿Qué dices Manuel? No seas tonto.
- Ya volvemos con que soy tonto.
- Te has vuelto loco, tranquilízate.
- ¡No me digas lo que tengo que hacer!
Manuel aceleró.
- ¡Manuel, baja la velocidad!
- Calla.
- Manuel por favor, hay muchas curvas.
- ¿Tienes miedo a morir?
- ¿Qué será de Carlos?
Carlos volvió a mirar a la carretera, estaba preocupado. Su madre nunca salía y le dejaba solo tanto tiempo. Miró a Pixie y decidió seguir intentándolo. Esta vez podría.
Manuel calló, frunció el ceño y siguió mirando hacia delante. Laura lloraba y se tapaba la cara. Manuel giró el volante. El coche empezó a frotar la barrera de protección y siguió hacia delante. Ante la luz de las chispas, Manuel parecía ido, sin cordura.
- Por favor, Manuel ? llorando.
La barrera se acabó, así como el suelo bajo las ruedas. El coche salió de la carretera.
- ¡Sí! ¡Ahora sí! ¡Bien, Pixie!
Pixie levantó el vuelo con firmeza, parecía seguro de si mismo.
El coche estaba en el aire, cayendo. El suelo parecía estar demasiado lejos.
- ¡Vuela Pixie, vuela!
Carlos saltaba, riendo y animando a Pixie.
Laura vio pasar toda su vida por delante. Vio a su hijo, su cara, su sonrisa.
- ¡Vuela, vuela alto, y no caigas!
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